Ilford XP2 super 400 Black White film. Pruebas con Olympus 35 RC.

 

Por lo que puedo ver, la película ilford XP2 400 asa en blanco y negro se adapta bien a las viejas cámaras como la Olympus 35 RC. Ya no me acordaba de todo esto. Tres días para esperar el CD y ver los resultados. Esta película tiene la particularidad de tener un grano mas fino, aunque sea un 400 asa. También tiene la ventaja que se puede revelar con los mismos baños que las películas en color, con lo que supongo que a alguien, le saldrá mas barato.

A mi me ha costado 6 € del carrete y 10’05 € el revelado sin copias en papel, solo el CD con fotos de 4mb mas o menos, en Fotoprix. No se…, igual compro los carretes en Alemania, que me dicen que están a un euro o cincuenta centimos. En cualquier caso, ya me diréis que os parecen las fotos. Como ya supondréis están retocadas. Es obvio que lo están. Todo esta retocado y pulido siempre. Se hacia cien años atrás y se sigue haciendo ahora. ¿Acaso no te limpias la cara cada mañana?

Yo disfruté lo mio haciéndolas con una cámara de 30 años atrás que no tenia miles de menus, ni posibilidades. Solo encuadre, velocidad, enfocar con el telemetro y confiar en que la cámara seleccionara la apertura de diafragma adecuada. Menos es más. Todos me miraban como si llevara algo especial, sacado de un túnel del tiempo. La cámara esta como nueva, pero suena como las cámaras de nuestros padres, discreta, sutil…

Algunas tomas han quedado mejor que otras, pero en cualquier caso, estoy satisfecho con los resutados. Hay otras fotos familiares que no pongo pero que me gustan mucho también. Ya os digo; después de los discos de vinilo recuperados, una nueva moda revival se avecina. Preparaos y buscad en los armarios de vuestros padres y abuelos. Encontrareis verdaderas joyas.

 

 

Ya se conoce el discurso del Rey por Nochebuena.

 

Españoles, es para mí motivo de orgullo y satisfacción comunicaros que:

 

Muevo la pierna, muevo el píe.

Muevo la tibia y el peroné.

Muevo la cadera, muevo el esternón.

Muevo la cintura siempre que tengo ocasión.

Tengo los huesos desencajados, el fémur tengo muy dislocado.

Tengo el cuerpo muy mal, pero una gran vida social.

 

mensaje del rey

Retratos antiguos.

 

De forma casual, en los últimos tiempos han llegado a mis manos varios retratos antiguos, fotos, en sepia o blanco y negro deterioradas por el paso del tiempo, fotos de militares, escolares y familias.

Fotos que después de años olvidadas en una caja, al desaparecer sus propietarios abandonan el círculo familiar y salen a la luz para contento de los coleccionistas de objetos antiguos.

Son como túneles del tiempo que muestran, atrapados en papel, instantes fugaces de vidas pasadas.

Recomiendo clicar sobre la foto de los militares y observar con atención sus caras, en ellas vemos hambre, ignorancia, tristeza y mucho miedo. Algunos parecen saber que no volverán de la guerra.

Igualmente interesantes son las caras de los escolares, también algunos de ellos aparentan estar más dispuestos que otros a navegar con éxito por la vida.

 

Viejas series de Tv. La gata loca (Krazy Kat).

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Os copio un post de un blog de comics con una solera de catorce años de Venezuela, es un hermoso ejercicio forense en cualquier caso por su lenguaje y aspecto y nos sirve para retrotraernos a una de las mejores series de dibujos que tuvimos ocasión de ver allá por los 70’s.

«Su creador es el caricaturista George Herriman y su animación data desde 1916, la cual era en blanco y negro, en donde la secuencia era un poco oscura. Esta Trilogía comenzaba con la presentación de una corona de tres picos correspondiente cada uno, a un personaje tras el sonido de una campanada en la aparición de cada pico.krazy kat

Todo comenzó en 1910, cuando George Herriman (1880-1944) dibujó a una gata golpeada por un ladrillo que había lanzado un ratón para llenar el espacio en blanco de la historieta en la que por entonces trabajaba. Eso fue suficiente para que, además de magullada, la víctima quedara flechada por la perversa puntería de su panzón opresor.

El idilio continuó durante tres años hasta exigir su propia tira cómica: COCONINO. Se cimentó así uno de los romances más insólitos del mundo del cómic y la animación, dominado por el signo tanático del amor-odio, o, dicho a nuestro modo, del amor cholo.

El primer impacto del primer ladrillo en ese inmaculado cerebro felino fue el Bing-Bang, no sólo del árido y surrealista condado de COCO-NINO (supuestamente ubicado en Arizona) y sus excéntricos habitantes, sino también, y sobre todo, de un amor que representa la utopía misma del sadomasoquismo. Y es que, en realidad, La Gata Loca, traicionando el instinto aventurero de su especie, será de Ignacio hasta la muerte; y cómo no ha de serlo, si cada ataque la hace literalmente ver estrellas, quitándole en razón lo que gana en afecto.

Bondadosa hasta la santidad, la amorosa e inocente minina será siempre antídoto y ejemplo para contrarrestar las perfidias del malogrado roedor, ambicioso, egoísta, cínico, violento, revoltoso, corrupto, misógino y antisocial. En resumen, un antihéroe de verdad.

Ignacio es también en sus ataques, fiel y dedicado, y no deja de alimentar, con imbatible pericia, esa loca pasión. Como digno precursor de esa casta de duros sentimentales que presidiría mucho más tarde Bogart, él también era un romántico, y ahí están para probarlo todos los años que pasó sufriendo en la cárcel, el hostigamiento de un policía que le quería robar la chica y la incomprensión de su sociedad. Es decir, convirtiéndose en un paria, en un outsider, en un rebelde, sólo por defender un amor al que también, a su particular manera, estaba esclavizado. Un amor esencialmente trágico, que superó las eternas rivalidades entre ambas familias de mamíferos tal como lo hicieron, con más miel que hiel, los célebres amantes de Verona.

No sorprende entonces que, pese a no haber sido muy rentable, la saga de este triángulo amoroso haya tenido tantos adeptos, entre los que se cuentan no sólo el legendario William Randolph Hearst -quien la financiaba en uno de sus periódicos- , sino numerosos intelectuales y artistas, desde Picasso, Chaplin, Disney, Joycey Hemingway hasta fuguras más actuales como Tarantino o Michael Stipe, el líder de R.E.M., quien tiene a la pareja tatuada en un brazo.

Considerada como una de las obras maestras de la historieta, empezó a ser producida como dibujo animado a partir de 1916, y se llegaron a realizar muchas películas mudas tomándola como base. Obviamente, la versión que la mayoría conoce es más moderna*, pero mantiene básicamente los cambios con los que el mismo Herriman distinguió al cómic de la serie animada, suavizando principalmente la implícita crítica social, simplificando los diálogos, reduciendo la cantidad de personajes y, oh escándalo, anulando esa ambigüedad sexual que en la historieta tenía La Gata (y que posibilita la indeterminación del género de su nombre en inglés: KRAZY KAT). Una gata entonces definitivamente femenina, sin conflictos de identidad, abocada como siempre a su adorado ratón y al éxtasis de sus ladrillazos, protagonista eterna de una trama simple pero mágica, deliciosamente absurda, mártir de un amor sublimado, reprimido, pero peligrosamente latente en muchos subconscientes.»

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Qué raro, sigue vivo.

 

Cuenta Spielberg en Lincoln que aquel visionario tan pragmático logró en votación democrática algo tan justo e inaplazable como la abolición de la esclavitud gracias a la compra de votos, la manipulación, el engaño, el chantaje. Bendita sea su memoria, aunque recurriera a maniobras tan ilegales para prohibir una monstruosidad ancestral. Y que la ética emita sus juicios sobre los fines y los medios para lograrlos.

La reforma sanitaria que se ha propuesto Obama no tiene la suprema magnitud del tema de la esclavitud, pero ante la saña con la que se oponen a ella los de siempre (cuentan que la siniestra vocación folclorica del Tea Party ha llegado a ondear simbólicas banderas del ejército de la Confederación), dispuestos en plan kamikaze a bombardear el barco común con el riesgo de que se ahoguen todos juntos, ayuda a imaginar el espíritu, razones y sinrazones de aquella salvaje Guerra Civil. Y en el fondo, a los raciales patriotas que sufren un depredador ataque de nervios ante la posibilidad de que cambie el sagrado principio de que los pobres merecen la muerte si la siempre sabia enfermedad decide cebarse con ellos, la inaplazable iniciativa de Obama les debe de parecer un desafío comparable al que lanzó Lincoln a sus esclavistas antepasados. Y, además, este señor que se mueve como Henry Fonda, al que la ropa le quiere tanto como a Cary Grant, que habla, escucha mira y gesticula con el poder de atracción y convicción de las estrellas del gran cine de siempre, es un puto negro presidiendo el poder. Normal que les provoque úlceras. Pues eso, que les sigan sangrando.

Y seguro que el aparentemente modélico Obama y la jefatura del mundo que ocupa estarán llenos de sombras y de turbias metodologías, que los sagrados intereses de los dueños del gran tinglado seguirán a salvo con él, que le permitirán desviarse lo justo y no hacer lo que desee sino lo que permitan hacer, que los drones seguirán aniquilando no solo a los enemigos de Estados Unidos sino causando impunes daños colaterales, que espía con desvergüenza incluso a sus entrañables aliados, que la inyección letal, o el fusilamiento, o la cámara de gas, o la fritura en la silla eléctrica, mantiene su siniestra legalidad en ese país. A pesar de ello, este hombre sigue pareciendo un lujo dentro de la política. Es fácil creer en él.

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Autor: Carlos Boyero, publicado en El País el 19.10.2013.