En Septiembre 2002, pude escaparme unas horas por la ciudad de Londres y realizar unas cuantas fotos. Por la noche me llevaron a un restaurante italiano, donde tuve la desgracia de pedir un salmón con gambas de primer plato que me provocó una terrible descomposición de estomago.
En el hotel, pasé una noche aciaga, acordandome de las madres de todos los cocineros ingleses y haciendo acopio de ese papel que viene en rollos. La reunión del día siguiente, que os puedo decir, fué memorable, con constantes viajes al reservado donde daba rienda suelta a todo lo que de mi cuerpo pugnaba por salir. La cosa no acabó ahi, porque durante los 6 meses siguientes disfruté de constantes molestias provocadas por un parasito intestinal que hablaba un ingles nativo de maravilla.
Ya sé que me direis que esto puede ocurrir en cualquier parte del mundo y que en definitiva, éra un restaurante italiano, pero por ésta y por otras razones, siempre he pensado que los ingleses tienen muchas cosas buenas pero no es su cocina una de ellas. Os lo aseguro.
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