Me encuentro sentado en mi tabla esperando que venga alguna ola de tamaño adecuado para intentar correrla. Me encuentro vestido con un wet suit azul con negro de neoprene que me protege de la baja temperatura del agua (aproximadamente 6 ° centígrados) . La idea del wet suit no es impedir que el agua fría llegue a tu cuerpo si no que el agua que esta entre tu piel y el neoprene se mantenga un poco mas caliente que la del resto del mar. No te protege completamente del frío si no que te da una sensación de calor apenas unos 5 grados mas que el resto del agua. Suficiente para calentarte y no te congeles. Con el movimiento de brazos y de piernas logras el resto de calor necesario para estar tranquilo. El mar esta relativamente movido para la hora. Las olas de Cerro azul son largas y no muy grandes. Si tienes suerte puedes coger una ola y dejarte arrastrar por ella unos metros hasta que te pongas de pie y empieces a maniobrar. Al ser una ola larga tienes mucho mas tiempo para divertirte y olvidarte del frío supongo.
A la sensación de diversión sobre una ola los hawaianos le llamaban “el espíritu del gran kahuna”. Yo de hawaiano solo tengo la ropa de baño debajo del wet suit así que simplemente le llamo “ mi válvula de escape”. Espero que alguna vez todos puedan experimentarlo.
Tomo una ola y enfilo mi tabla contra la orilla y empiezo a bracear con fuerza. Repentinamente siento el impulso de la cresta de la ola recién formándose detrás y la tabla toma impulso. Me dejo arrastras unos metros, coloco ambas manos al lado de la tabla y levanto mi tranco de la superficie de la misma. Con la celeridad que mis 36 años me permiten meto mis rodillas bajo mi cuerpo colocando el pie derecho delante de la tabla y el izquierdo detrás. Mi cuerpo empieza a ponerse erecto cuando de repente la punta de la tabla se hunde en el agua y yo caigo disparado hacia delante, justo sobre la casi formada cresta de la ola. El mar me envuelve y por un segundo pierdo la noción de arriba y abajo, pero solo dura eso. Un segundo. Abro los ojos y veo la luz del sol allá arriba y solo me cubre una pequeña cortina de agua. Agito los pies y salgo. Tomo aire y siento un tirón en mi pierna derecha. Es la cuerda que me mantiene unido a mi tabla. Las tablas hawaianas se aseguran a los surfistas por medio de cuerdas y brazaletes. En mi caso, la uso siempre pegada al tobillo derecho. Es una vieja costumbre que no me he podido quitar con los años. Empiezo a jalar la cuerda y lentamente la tabla vuelve hacia mi. Me subo sobre ella y miro a la orilla.
Sábado 23 de junio , 09: 40 am aproximadamente. Cerro azul, 120 km al sur de Lima
Estoy muy cerca, me digo a mi mismo. La ola esta reventando practicamente en mi cara. Lo normal (y es lo que hago) es bracear hasta colocarse unos metros mas atrás para poder tener suficiente espacio e impulsarse con la misma ola. Así que empiezo a hacerlo. Para ese momento ya estaba a casi unos 40 metros de la orilla. Veo hacia atrás y la reventazón esta a 10 metros aproximadamente. Cuando llego a ese lugar me doy cuenta que mis cálculos están algo errados. La ola empieza a crecer no donde estoy en ese momento, si no unos metros mas atrás, casi a unos 5 metros diría yo. Hacia mi derecha, a unos 150 metros aproximadamente puedo ver los restos del muelle de Cerro Azul, que hace mas de 30 años no es usado para nada más que para pescar y/o tirarse clavados. Hacia mi izquierda casi hoy dos kilómetros de mar que terminan abruptamente en unas rocas y arena. Típico paisaje de las costas de Perú. Veo hacia delante y me doy cuenta que ya no estoy solo en la playa ya que uno grupo de adolescentes de no mas de 16 años están jugando con sus moreys (tablas pequeñas de espuma de poliuretano) y con una que otra tabla. No hay nadie mas en la playa además de ellos y yo. Por fin braceo un poco más y me detengo. Doy media vuelta y me siento en la tabla. Espero durante unos segundos mientras siento la brisa marina y escucho el rugido del mar delante de mí. Estoy muy bien posicionado, hace frío pero igualmente es un día maravilloso. Un día para disfrutar. Me siento libre y feliz de estar allí.
Y de repente viene una ola. La veo acercarse y me doy cuenta que es de las grandes, de las que te garantizan un momento de diversión, de las que me encantan correr… Me inclino sobre la tabla y empiezo el braceo. La tabla se mueve y en apenas dos segundos estoy montando sobre la ola. Soy un jinete de la tormenta, como decía Jim Morrison en Riders of the Storm. Coloco nuevamente los brazo al lado de la tabla y de un impulso mis pies están ya sobre la tabla. NO me pongo de pie inmediatamente si no que espero estar bien equilibrado sobre mis piernas. Sigo así un par de metros y por fin me pongo de pie. Lo hice. Estoy de pie. La tabla corre sobre la cresta y veo la reventazon apenas a unos centímetros detrás de mí. El sonido de la ola me cubre y siento millones de pequeñas gotitas de agua sobre mi rostro pero no les hago caso, no al menos de la manera en que debería de hacerlo. Balanceo mi peso sobre la tabla y esta gira ligeramente sobre el agua y la punta de la tabla va hacia la izquierda y yo mismo me digo que esto es vida. Que no deberían de existir los trabajos, los correos, los celulares y las responsabilidades. Vuelvo a girar el peso de mi cuerpo y la tabla vuelve a su posición original. No han pasada ni 5 segundos desde que me puse de pie. Y nuevamente la punta de mi tabal se hunde en el agua y mi cuerpo sale despedido hacia delante, con fuerza, con violencia. Mi cabeza se hunde en el agua y cuando abro los ojos nuevamente estoy cubierto por un universo liquido de sal. Arriba veo el cielo y se que el aire me espera allí. Agito mis piernas y brazos buscando esa luz que poco a poco se va haciendo mas y mas definida hasta que salgo del agua y lleno mis pulmones de aire fuertemente. Estoy en la superficie y el frío cielo gris de Lima me recibe y yo me alegro de eso.
Pero algo ha pasado
Algo no está bien
Algo ha cambiado.
Es la presión sobre mi tobillo, es la presión del brazalete que me une por medio de una cuerda a mi tabla. La presión se ha ido. La presión ya no está allí. Busco a tientas la cuerda blanca y la encuentro completamente suelta, a merced de las olas. La levanto y la pongo a la altura de mis ojos y me doy cuenta de lo que ha pasado. Esta rota. Mi tabla ya no está a mi alcance, y lo que es peor de todo, yo no estoy al alcance de ella. Trato de flotar un minuto mientras organizo mis ideas. No es común que la cuerda que te une a la tabla se rompa. Yo he corrido tabla desde que tenía 16 años y nunca me había sucedido y no he conocido a nadie personalmente que tampoco le haya pasada aunque si he tenido noticias de eso. La tabla no es solo una herramienta para practicar un deporte, es también un salvavidas bastante grande. Para los siurfistas, una tabla significa el medio por el cual tu puedes estar lejos de la orilla y no ahogarte. Mientras el esfuerzo para nadar grandes distancias puede ser infernal para alguien que no está preparado adecuadamente, en la superficie de una tabla cualquiera con un poco de preparación puede sortear grandes distancias.
Y en ese momento yo me doy cuenta que mi tabla no está a mi lado . No está cerca de mi. No hay salvavidas que valga. Y que yo por lo menos estoy a 40metros de la orilla con un oleaje muy fuerte y el agua a 8 grados centígrados un traje de neopreno que me queda muy ajustado, y que junto con una tabla constituye una gran ayuda para el surfing, pero para alguien que tiene que nadar solo con la fuerza de sus músculos puede ser mas bien un gran problemas al momento de mover los brazos.
Trato de calmarme un momento y analizo la situación. Evidentemente nadar a la orilla es lo que tengo que hacer así que enfilo mi cabeza y empiezo a bracear. Trato de hacerlo rítmicamente y con fuerza. Muevo mis brazos uno detrás de otro y agito mis piernas al mismo tiempo. Lo hago durante casi 30 segundos hasta que me doy cuenta que no he avanzado mucho por que estoy en medio del reflujo de la ola (el reflujo de la ola es el movimiento de retorno de la masa de agua después de reventar contra la orilla). MI cuerpo se halla atrapado entre el espacio que queda entre la formación de la ola y la reventazón. Mi cuerpo no ha avanzado por que a la fuerza que le aplico al bracear se ha contrapuesto la fuerza del agua al volver al mar. Cuando me doy cuenta de esto también me doy cuenta que al haber detenido mi braceo he permitido que el agua me lleve unos metros detrás de mi posición inicial, o mejor dicho, ahora estoy mas lejos de la orilla que cuando me quedé sin tabla. Miro hacia delante y veo mi tabla llegar a la orilla movida por las olas y agitarse a unos metros de la arena. Al lado de ella, a unos pocos metros, un chico de no mas de 17 años la ve y se acerca a observarla con detenimiento. Por unos segundos parece no entender que hace esa tabla sola allí. Luego voltea hacia el mar (hacia mi) y me busca. De repente veo su cabeza girada hacia donde estoy yo y me señala.
Sábado 23 de junio , 09:45 am aproximadamente. Cerro azul, 120 km al sur de Lima
Estoy empezando a ponerme nervioso. El reflujo del agua me lleva hacia atrás y mis esfuerzos por ir hacia delante no tienen efecto alguno. No estoy cansado. De hecho soy un buen nadador, pero nunca había estado tan lejos de la orilla sin mi tabla y mi tranquilidad empieza a abandonarme. Hace frío, mucho frío, y el wetsuit ya no me ayuda a conservar el calor en el cuerpo. Miro hacia la orilla y el chico le ha avisado a sus amigos acerca de mi y esta vez son 4 las cabezas que giran hacia mi posición. Es una sensación muy extraña la que estoy viviendo: frente a mi esta la orilla, es lo único que veo además del mar alrededor mío, No escucho nada más que el rugir de las olas y el frío me cubre todo el cuerpo. Mis sentidos están completamente llenos de mar, de sal, de agua. Y sigo retrocediendo lentamente, hacia el mar. No hay nadie mas alrededor ya que los salvavidas solo trabajan en época de verano así que al ayuda no vendrá de allí. Tampoco creo que los muchachos puedan ayudarme por que no creo que tengan la habilidad para llegar hasta donde estoy yo y darme mi tabla. Si voy a salir de esa problema será solo por mi mismo.
Evalúo mi situación. Nadar a la orilla es casi imposible por el reflujo de agua y nadar en paralelo hacia la derecha al muelle es muy difícil pero posible para un buen nadador. Son casi casi 150 metros. Es una buena alternativa aunque no la mejor. Podría darme un calambre por el frío y ese si sería un gran problema. Recuerdo que una vez leí sobre un tablista que se había ahogado en Lima por el fuerte oleaje que no lo había dejado salir a la superficie y hay muchas historias de tablistas que han muerto por correr olas de 5 metros en Hawai, pero nunca había oído hablar de un tablista que muriese en cerro azul y la verdad no quiero ser el primero.
Así que no podía ir hacia delante, ni tampoco hacia los lados sin sufrir un riesgo de calambre por cansancio. Solo me quedaba una dirección. Ir hacia dentro del mar. Atrás, a unos metros mas atrás, estaba la primera reventazón de la ola. (Una ola revienta muchas veces, dependiendo de la superficie del mar bajo el agua. En cerro azul hay tres reventazones, la primera de ellas a casi 60 metros de la orilla). Cuando uno es adolescente, lo primero que aprendes cuando quieres correr olas es que tu pecho es la mejor tabla de todas. Correr “de pechito” es tratar de colocarse perpendicular a la ola y esperar que la misma ejerza una fuerza detrás de ti que te permita avanzar unos metros como si fueras una tabla. Calculé y el inicio del reflujo del agua estaba a casi 15 metros hacia adelante, y el primer reventazon de la ola a unos 10metros hacia tras. Si tenia que correr una ola “de pechito” tendría que avanzar por lo menos 20 metros y bracear con fuerza para salir de la fuerza de la masa de agua que me llevaba hacia dentro del mar.
Vaya que lindo sería estar en otro lugar me digo a mi mismo. Entonces me dejo llevar por el reflujo hacia tras unos metros y luego braceo un poco más hasta colocarme sobre la primera reventazón. Hacia delante, los chicos han colocado mi tabla sobre la arena y me observan con detenimiento. Ahora floto en medio de una pequeña montaña de agua. Es la reventazón que empieza a formarse. Dejo pasar esa primera ola y volteo ligeramente hacia el mar para ver cuando se acerca otra grande. La veo venir como una avalancha de agua salada viniendo sobre mi. Doy la vuelta y espero que la ola se acerque. En el ultimo segundo mi impulso hacia arriba y empiezo a bracear con fuera. Mis brazos se agitan junto con mis piernas y creo que estoy sobre ella. Casi estoy sobre ella, casi me siento impulsado sobre ella. Pero pasa de largo a través de mi . No pude cogerla, no fui lo suficientemente rápido ni lo suficientemente fuerte.
Trato de calmarme nuevamente. Hace mucho frío y no saben lo que daría por estar en otro lugar en ese momento. En casa mirando tv o en casa de mis padres conversando. Pero la realidad es una sola. Estoy en medio del mar corriendo tabla sin tabla, a punto de ahogarme si no logro resolver ese problema que empezó como una molestia pequeña y que esta empezando a provocarme un gran pánico. Levanto la cabeza y miro hacia el mar. Vienen dos olas, la de adelante es pequeña, pero la de atrás se ve lo bastante grande como para mover todo mi peso y llevarme unos metros hacia delante y pasar el reflujo. Dejo pasar la primera y espero la segunda. Esta se acerca, yo volteo y me preparo y cuando la siento detrás mío empiezo a agitar mis brazos y piernas. Y de repente siento el impulso del agua sobre mi cuerpo. Solo lo siento por 5 segundos aproximadamente y luego se va al pasarme la ola. La reventazon me ha hecho avanzar aproximadamente unos 15 metros. No parecen suficientes pero al menos estoy mas cerca de la orilla. Empiezo a bracear fuertemente y a agitar las piernas, sin tratar de desesperarme. No pareciera que en ese punto el reflujo sea fuerte así que creo que estoy avanzando unos metros, lentamente pero avanzando hacia la orilla. De repente siento agitarse otra reventazon a mi espalda. No es la primera si no la segunda. Estoy a menos de 20 metros de la orilla. Sigo nadando sin mirar hacia atrás y sin importarme que el traje de neoprene estorbe mis movimientos.
Sábado 23 de junio , 10:00 am aproximadamente. Cerro azul, 120 km al sur de Lima
Finalmente llego a la orilla. Cansado, pero feliz. Nadar esa distancia me he desplazado hacia la derecha casi 10 metros así que veo que mi tabla, y los chicos están a mi izquierda. Me siento un momento sobre la arena y veo el mar. Miro hacia la primera reventazón y no puedo creer lo que acabo de vivir. No puedo creer que haya nadado esa distancia sin la tabla y tampoco puedo creer que pueda hacerme 20 largos en la piscina pero en un mar agitado casi casi me ahogo. Me pongo de pie y camino hacia mi tabla. Los chicos me miran como si vieran a un fantasma mientras me acerco. Cuando estoy a unos metros veo el extremo de la cuerda roto. Increíble, quien lo iba a pensar. Uno de los chicos me pregunta si es mi tabla y yo le digo que si. Luego tomo mi tabla sobre mis manos y me voy a la orilla. Llego a la tienda donde normalmente guardo mis cosas y le pido la ducha a la dueña de casa que me conoce desde hace muchos años. No le digo nada de lo que he pasado. Me baño, me cambio de ropa y cuando me dispongo a salir la señora me pregunta si ese día ya no iba a correr mas tabla. Le digo que no y me despido. Tomo mi auto y me enfilo a Lima.
Sábado 23 de junio , 11: 45 am aproximadamente. Casa de mi madre, Lima
Le cuento a mi mamá lo que me ha pasado y ella no me puede creer. Me repite lo mismo que me ha repetido desde que tengo 14 años: búscate otro deporte hijo, me vas a matar de una angustia hijo, que quieres que te pase hijo, y luego agrega un par de nuevos argumentos que no quiero reproducir aquí. Tiene razón mi viejita… pero es el espíritu del gran Kahuna , es mi válvula de escape. Simplemente no se puede dejar y llevar una vida lejos del mal. Llamo por teléfono a mi hermano y le cuento lo que me ha pasado. El me dice que no puede creerlo y que si quiero ir a correr tabla mañana domingo. Le digo que no y cuelgo. Luego lo llamo y le digo que el viernes 29, día feriado en mi país, podemos ir, pero antes tengo que comprar una nueva cuerda a mi tabla. Me cuelga después de quedar a las 8 de la mañana en mi casa para ir de nuevo a cerro azul.
Hay cosas que no se pueden dejar de hacer después de tantos años. Fin.
Mientras buscaba información sobre los Kahunas, me he encontrado este post del Evangelio de San Boomer que me ha encantado. Aunque no he podido contactar con Boomer, no me he resistido a reproducirlo aqui. No me gustaría que cayera en el olvido. El verano llegó para quedarse.