Hay platos que nos retrotraen a la infancia. Aquellos sabores primigenios que nos abrieron las puertas de la percepción. Son legados culturales de otro tiempo. Una rica herencia que no debemos despreciar sino bien al contrario, cuidar, mimar y proteger.
Hoy os traigo uno de aquellos platos sencillos de temporada, perfecto acompañamiento de un redondo de ternera o similar, que convertirá vuestro comida de domingo en una sinfonía de placer. El buñuelo es en sí mismo puro arte conceptual. Como metafora de la vida misma, tras un envoltorio crujiente se esconde un tesoro oculto de insospechadas caracteristicas.
Para la realización, prepararemos en primer lugar, una pasta de rebozar semiespesa mezclando en un plato hondo harina con agua, una cucharilla de levadura y sal que reservaremos en la nevera durante al menos treinta minutos antes de su uso.
A continuacion, herviremos ligeramente los corazones de las alcachofas previamente pelados, despojados de sus hojas, pelusas y troncos en un caldo corto hasta que esten al dente. Una vez hervidos, cortaremos los corazones en cuatro partes y los introducirermos en la pasta de rebozar fria que hayamos previamente preparado.
Envolveremos los corazones en la pasta y freiremos cada uno de los buñuelos resultantes en aceite de oliva bien caliente. Se dejan enfriar un poco en papel de cocina y ya se pueden servir como acompañamiento de una carne roja, guiso o asado. Se que me adorais.
Aqui los hacemos muy buenos también.
Puntualizamos:
– No metemos la masa en la nevera.
– No hacemos solo los corazones sino en corte vertical con hojas y corazón.
De película.