El momento se acerca en que los libros de papel y cartón, sean vistos como un objeto del pasado. Ahora mismo, ya casi todo el mundo aspira a comprarse el ultimo modelo de lector electrónico. Un servidor incluido. Aunque, hasta que llegue el momento, sigo comprando libros en papel en aeropuertos y librerías. Siempre leyendo reseñas, buscando las mejores novelas y autores entre montones de volúmenes de literatura banal.
Pero llega un momento en que el espacio es limitado y se impone comenzar a tirar libros, a desprenderse de lo absurdo. De tomos que no vas a releer jamas y de algunos de los que incluso te arrepientes de haber leído. En otros casos, encuentro ejemplares repetidos en diferentes ediciones o volúmenes en ingles que ahora ya no voy a leer.
La selección de los libros vomitivos que por error jamas debiera haber comprado, la encabeza La vida invisible de Juan Manuel de Prada, una deleznable novela que muestra las oscuras cavernas que anidan en la cabeza de su autor. También en este apartado, están los dos tomos de Gárgoris y Habidis de Sanchez Dragó que por no ser, no son ni una historia de España ni en absoluto mágica.
Elimino de mi biblioteca todo lo de Frederick Forsyth de un plumazo, convencido de que ya no me llaman la atención sus historias de espías de la guerra fría, o también algunos tochos infumables de tan aburridos que ni siquiera requieren mencionarse.
Algunas biografías que me averguenzan, libros sin sentido o meros ensayos alimentícios se unen a la funesta selección. En la pira que haré por la verbena de San Juan, también incluyo algunos libros de pseudo ciencias y maguferías como, Las profecías de la Gran Pirámide, o bien La gran catástrofe del 1983 (víctima de la terrible conjunción de los astros, el mundo tal y como lo conocíamos, también se acabó entonces al igual que lo hará en este 2012).
Como decía, también desaparecen tomos en ingles de Anne Rice, Robert Ludlum, y ediciones repetidas de la gran La casa de los espiritus de Isabel Allende, el Chaman de Noah Gordon y algun autor mas. Junto con noveluchas de aquellas que regalaban los bancos veinte años atrás, aprovechando el tirón de algún éxito de Hollywood como Tiburón o el Coloso en llamas.
En fín, lo de quemarlos era broma. Son mas o menos treinta o cuarenta tomos. Se los regalaré a quien los quiera o los venderé en alguna librería de viejo. Aunque también estaría bién, que las editoriales sustituyeran las ediciones en papel por su versión en formato electrónico por un precio adecuado. Por ejemplo 25 céntimos de euro. Estoy seguro que ellos y nosotros haríamos un buen negocio y nos podríamos desprender de nuestros libros físicos que por cualquier motivo, carecen de espacio en nuestra biblioteca.
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