He estado en México un par de veces por motivos de trabajo. Basicamente en la ciudad de México D.F. y en Puerto Vallarta. Las dos veces quedé alucinado.
La ciudad de México D.F es algo que no te deja indiferente. Desde que aterriza el avion en el aeropuerto, es tal el caos que percibes que se te quedan los ojos como platos tratando de comprenderlo todo, de fijarlo todo. En el area metropolitana viven 20 millones de personas y no espereis encontraros una planificación urbanística del estilo europeo. Mas bien es una acumulación de barrios variopintos, calles a medio acabar, un trafico imposible, ruido, contaminación y una masa humana que te avasalla en cualquier esquina. Nada mas llegar, te embarga una sensación de inseguridad latente, siempre alerta por la posible mordida de algun taxista o prevenido contra cualquier titiritero que te ofrece algo.
Sin embargo, que gran ciudad!! Respirar el ambiente de la plaza de El Zócalo es como aterrizar en un mundo nuevo, recien estrenado. La gente, los puestos de chapulines, el ajetreo, los aztecas… La cantidad de estimulos que te envuelven hace que no sepas donde mirar primero. Una noche, alquilamos una banda de Mariachis en la plaza Garibaldi, para luego tomar unos tequilas y cantar con ellos hasta la madrugada. Es costumbre acabar la botella que se empieza. Durante la fiesta, un lugareño nos ofreció probar nuestra hombria con las corrientes. ¡ Jeje ! Es dificil de explicar. Cualquier mejicano sabrá a que me refiero. Ellos te hacen sentir querido; se vuelcan en ofrecerte lo mejor de su cultura y se desviven porque te lleves un recuerdo imborrable. Y lo consiguen. El Popo siempre esta allí a lo lejos, observandolo todo.
En mi segundo viaje por tierras mejicanas visitamos Puerto Vallarta donde pudimos gozar de un entorno paradisíaco y de un clima excepcional. Alli se puede disfrutar de inmejorables playas y magnificos atardeceres mientras compartes la velada con los colegas y bebiendo unos margaritas. Recuerdo que alquilamos un velero, realizamos snorquel, visitamos el malecón y entre tanto ajetreo, intentábamos concentrarnos y trabajar un poco. Una vez mas, los mejicanos nos mostraron lo mejor de su Pais y cada minuto que pasamos allí se convirtió en una fiesta.
Os diré algo de los tacos. Como siempre, nada que hayais probado en los restaurantes mejicanos de cualquier pais europeo se parece ni remotamente a la exquisitez que pueden ser unos buenos tacos servidos al lado de las pirámides de Teotihuacán. La frescura y el sabor de los que probé alli son algo que todavia recuerdo y que sé que dificilmente volveré a disfrutar.