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Por circunstancias ajenas a mi voluntad, o sea, por una determinación del universo tendiente a aumentar la entropía, el desorden y el caos, hoy no tengo calefacción y la casa parece un carámbano propio de latitudes mas extremas. Dadas las circunstancias y el momento, ya llego tarde para adquirir calefactores electricos que pudieran paliar la situación.
Al menos tenemos electricidad, sino esto ya seria casi como un ataque Zombie, y me vería obligado a cercenar cualquier cabeza que asomase por el rellano armado con un buen hacha al mas puro estilo de Walking Dead.
En estas estoy, recordando los métodos que usábamos en los años 60’s del siglo pasado para calentarnos en frias noches de invierno como esta. ¿Os acordais de aquellas socorridas bolsas de agua caliente? Se calentaba agua en una olla (con gas, claro) y se vertía en aquellas bolsas especiales de goma con un tapon de rosca que servían para este menester y que se introducían a los pies de la cama.
Desgraciadamente aquellos dispositivos de alta tecnologia que en las ultimas versiones iban forradas con tela para hacerlas mas agradables al tacto de unos pies frios, hace tiempo que cayeron en desuso.
Otro de los metodos radicales que había visto, para calentar una estancia, era el uso de alcohol de quemar. Se depositaba una cantidad significativa en una pote para tal efecto que se colocaba en el centro de la habitación, y se le prendía fuego. Al cabo de unos minutos, la temperatura subía radicalmente y la vida tenía otro color.
El invento no dejaba de entrañar cierto peligro en caso de que el crio de turno, volcase el cuezo. ¿Pero donde puedo encontrar alcohol de quemar? Lo vendian en las droguerías, pero… Tampoco existen ya droguerias !!
Siempre hubo en todas las casas, cocinas de carbón donde la familia se congregaba y donde se podia departir alrededor de unos tacos de jamón, mientras se preparaba la cena. El comedor o salón era una pieza donde casi nunca se hacía vida, solo se mantenía como una exposicion permamente de aquellos muebles y arañas de pretencioso cristal, símbolo de un status que nunca existió.
Hoy ya no disponemos de aquellos útiles y me veo abocado a la desesperación, al uso de guantes, peúcos y gorro de dormir.
Que añoranza tengo de aquellas estufas de leña de hierro forjado que ofrecían una potente fuente de calor y que todavía estan presentes en zonas de campo y de montaña donde además, siempre se dispone de una buena chimenea donde cocinar, preparar un puchero o ver el espectaculo del fuego sin televisiones que nos den la murga.
Los braseros nunca los conocí, y ya tenian mala fama en aquellos tiempos cuando viejecitas adosadas a su mesa camilla, morian atufadas por gases que se confundían con la ya de por si, cargada atmósfera del lugar.
En cualquier caso, estoy pensando en parapetarme en el sofa con un buen edredón y arrancar una hoguera controlada, con unos cuantos libros que todavía puedan arder bien. Lo del humo no se como lo solucionaré. Tal vez deba abrir algun techo para librarme de él. Asi podré intercambiar pareceres y estrechar lazos con mis vecinos. 😉
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