Ardiente una muchacha el otro día,
en tanto que su madre en misa estaba,
llena de miedo y turbación dudaba
si a su amante Manuel se lo daría.
Temiendo si preñada quedaría,
entre darlo y no darlo vacilaba,
y el valiente mozuelo la animaba
diciendo que al venir lo sacaría.
Fueron tan poderosos los ataques,
que consiguió, por fin, verla en el suelo,
y dijo al derramar de los zulaques:
-Qué suave es la sustancia del ciruelo:
por tu vida, Manuel, no me la saques,
y más que llegue la barriga al cielo.
Soneto de Manuel.
Félix María Samaniego ( 1745 – 1801 )
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