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¿Que mas se puede pedir? Tres colegas que se juntan en una cena y hablan de cámaras fotográficas. Compañeros que estudiaron imagen y sonido siglos atrás, la disciplina maldita. Una vocación que en mi caso nunca pude ejercer profesionalmente pero que siempre me ha deparado grandes alegrías. Como la de esa noche, compartiendo una afición que sigue siendo una de nuestras pasiones.
En un momento dado, después de la cena, mientras hablábamos de filtros de paso bajo y cuotas de mercado, apareció una cámara réflex de Pentax, una K-50, blanca y preciosa como pocas.
Y mientras nuestro anfitrión nos la mostraba, subió un cubo a la mesa, abrió una botella de agua y sin mas preámbulos, roció la cámara como si fuera una chancleta llena de arena y estuviéramos en cualquier playa del litoral.
El grito que pegamos fué unánime. Tal vez algo se había aflojado en la mente de mi colega o el vino tenia un efecto perverso, mas allá de lo esperado. Pero no. Tras el baño, la cámara seguía funcionando y aquello era una demostración que los representantes de Pentax realizan constantemente para mostrar las bondades de estas cámaras.
Por algo será que Pentax inventara y patentara en 1952 con su asahiflex el pentaprisma que hoy llevan todas las SLR’s del mundo.
Si alguien tiene alguna duda sobre la robustez y calidad de estas cámaras, miraros el video que os pego abajo, desde las arenas del desierto de Afganistán, donde el soldado Alex Jansen, tortura una K-5 y una K-7 y a continuación, siguen funcionando como si nada. ¿Habeis visto alguna Nikon o Canon pasando por esto? Ahí lo dejo…
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