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Comentaba que en este país no se realizan las ventas de garaje que son muy tipicas en Estados Unidos. Alli la movilidad es alta y cambiar de ciudad o de estado es algo relativamente común en las vidas del americano medio. En busca del mejor trabajo u oportunidad, no les importa abandonar su barrio, su ciudad o a su madre 😉 para emprender de nuevo en otro lugar.
Y habitualmente, deciden desprenderse de casi todo, para ahorrar en la mudanza. O simplemente deciden deshacerse de lo que les llena el altillo. O bien, han pensado en cambiar el mobiliario. Por varias razones, montan unas mesas en su calle, ofrecen limonada, se anuncian en el vecindario y llevan a cabo lo que se conoce como ventas de garaje.
Son el mejor lugar para conseguir aquella ganga que nunca soñasteis encontrar. Aquellas cámaras analógicas de nuestros padres. Monedas de relumbrón a cuatro duros. Colecciones de casi cualquier cosa que requieren rematarse al mejor precio. Ropas y enseres de toda condición que os pueden sacar de un apuro. Un espectáculo de libre mercado en cualquier esquina.
En nuestro país, esto no ocurre. Si montáis algo asi, tendréis a la guardia urbana en diez minutos, pidiéndoos un permiso, tasa, impuesto o lo que sea. Aquí, nadie se desprende de nada hasta que la parca te hace la visita. Atesoramos hasta el final todo lo que hayamos tardado una vida en conseguir. Tal vez, regalemos cosas. O las donemos, en caso de ropa y eso. En algún caso, revendemos la tele, o el pc. Incluso, si os falta espacio, dejareis muebles y trastos en cualquier esquina para que desaparezcan barridos por el ayuntamiento o por cualquier trapero reconvertido. Pero dicharacheras ventas de garaje no ha lugar.
En nuestra sociedad, todo acaba en mercadillos de segunda mano o en espacios como los Encantes en Barcelona, donde muebles, fotos, enseres y reliquias que en su dia formaban un hogar son revendidos a precios de saldo en una pira continua de vidas pasadas que han tocado a su fin. A mi me encantaría hacer una venta de garaje. Me gustaría aportar una tortuguera sin uso, unas persianas del ikea que nunca utilizé, viejas ropas que inundan armarios o tal vez vender aquellos horribles cuadros que nunca colgaré. En fin, solo eran tonterías que me rondaban la cabeza.
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