Como comprendereis la frase no es mía. La recuerdo de un comic que leí en los 80’s llamado «Los escorpiones del desierto» en donde un soldado moribundo del ejercito escocés de principios de siglo, comentaba estas palabras en sus últimos momentos. Estas y otras muchas frases, leidas en la infancia y adolescencia, conforman al fín y al cabo nuestro bagaje cultural.
Para mí fue una revelación el leer a Hugo Pratt y aun conservo muchas de aquellas historietas de Corto Maltes que nos acercaban a un mundo nuevo recién estrenado lleno de aventura y de luz, donde nuestros heroes luchaban por un mundo mas justo. Una lucha por la utopía, que conectaba a nuestra generación, con el mayo del 68, que nos situaba en un contexto determinado y nos desvelaba la realidad de nuestra sociedad.
Sus comics se desarrollan a caballo entre Africa, Europa y Asia, en las exoticas islas de los mares del sur y en míticas ciudades de todo el mundo. Con personajes llenos de vida y pasiones reales. Alejados de las melífluas historias de Tintín, sus temas son siempre cercanos y sus delírios humanos. Odio, amor, muerte, justicia, venganza y la magia de una edad pretérita y nostálgica. Todo ello se entralaza en los libros de Hugo.
Tuve la oportunidad de estrechar su mano, en algun momento de aquellos años, en la libreria Totem de Barcelona donde se desplazó para una firma de ejemplares de su, por entonces, nuevo comic «Corto Maltes en Siberia» y viví uno de aquellos momentos cosmicos en donde por unos segundos conectas con uno de tus mitos.
Desgraciadamente, La Parca se lo llevó privandonos de su presencia y de su fino humor. Su obra es un legado de gran valor que os recomiendo. Regaladsela a vuestros hijos, primos, sobrinos, vecinos. Es algo que estoy seguro, siempre os agradecerán.