El Museo Guggenheim de Bilbao tiene la piel de Titanio.

 

La busqueda de un material que protegiese la estructura y que le confiriese esa propiedad orgánica, fué la historia de un gran acierto. Frank Gehry hizo su trabajo y tras descartar otros materiales, se decantó por cubrir el museo con 33.000 placas de titanio, conjuntadas a modo de escamas de un reptil primigenio que vino a descansar a la ria del Nervión, en un paraje renacido en Bilbao.

Si os acercais y lo tocais, el titanio se adivina calido y vibrante, ligero y con un hálito de vida interior que os acompañará y os mecerá, eterno. Si habeis tenido o teneis un reloj de este metal, sabreis a que me refiero. Tan ligero y templado como una caricia y tan duro como el mejor acero, cubre las formas primordiales del museo con su presencia, vistiendolo de una piel que os atrae y os evoca una forma ancestral de incomparable belleza.

Decir que este Museo ha cambiado Bilbao, es decir poco. Desde su apertura en 1997, el museo ha recibido mas de un millón de visitantes anuales y los enormes beneficios y los impactos en la economía y la sociedad vasca son incontables. En forma de impulso al turismo en la región, favoreciendo la revitalización de espacios públicos y privados en la ciudad, además de mejorando su imagen y posición en el mapa mundial como destino de viaje.

Recuerdo una ciudad gris y triste en los ochenta, donde no habia espacio para la luz ni para la esperanza. Hoy el ambiente es tan diferente, que no puedes dejar de admirar la transformación de la villa, en cada rincón, plaza o taberna. Una ciudad para convivir y disfrutar de sus terrazas y paseos al aire libre. De sus parques y avenidas, de sus mercados y plazuelas.

El titanio es una metáfora de la dureza y longevidad de esta ciudad vital que ha decidido libremente metamorfosearse en algo nuevo, mas allá del terror y de la violencia en un gesto, en una proyección del espiritu. En un canto al mejor arte contemporaneo de nuestros tiempos.

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La leyenda de Kixmi.

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Paseando por Bilbao y enfrente del mercado de la Ribera, pudimos contemplar este mural, obra de Roberto Zalbidea (Santurtzi, 1956) que no pude dejar de fotografiar. He pasado horas, recomponiendo la imagen completa en un stitch descomunal con algunos problemas de alineación que no he podido solucionar.

En cualquier caso, os pego un somero resumen de la leyenda kixmi extraida de este post y no dejo de recomendaros que visiteis Bilbao a poco que podais. Una ciudad tan diferente a como la recordábamos, veinte años atras, que sin duda se merece todos los elogios.

«Kixmi» (monito) es el nombre con que, según la leyenda, denominaban despectivamente los viejos euskaldunes a ese fenómeno nuevo -CRISTO- cuya noticia entonces iba llegando a los pocos pueblos organizados que había en el territorio EUSKALERRIA y del que tanto oían hablar.

Los jentilak o gentiles son unos personajes de la mitología vasca que parecen representar al propio pueblo vasco pre-cristiano. Como los Gigantes de la mitología griega, disponen de una fuerza sobrehumana y tienen la mala costumbre de lanzar grandes rocas sobre sus enemigos.

Una leyenda narra el final de los gentiles, acontecido cuando éstos divisaron una extraña luz en el cielo. No sabían qué podría significar y fueron a buscar al más anciano y sabio entre ellos. Cuando los cansados ojos de éste consiguieron divisar el fenómeno dijo: «Esa luz anuncia la llegada de Kixmi (Cristo), es el fin de la raza vasca.» Y dicho esto, todos los gentiles corrieron a una sima a esconderse bajo tierra.

Como todo lo que se esconde bajo tierra, nos retrotrae a nuestros mas oscuros miedos ancestrales, no dejo pasar la oportunidad de pegaros esta información y la foto retocada. El original eran mas de 21000 pixeles de ancho y mas de 35 mb. Un poco excesivo. Si alguien lo quiere, se lo paso por dropbox. 

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