Citas.

 

VELAS

Los días del futuro se alzan ante nosotros

como una hilera de velas encendidas-

doradas, vivaces, cálidas velas.

 

Los días del pasado quedaron tan atrás,

fúnebre hilera consumida

donde las más cercanas aún humean,

velas frías, torcidas y deshechas.

 

No quiero verlas; su aspecto me aflige,

me aflige recordar su luz primera.

Miro ante mí las velas encendidas.

 

No quiero volverme, y estremecerme al contemplar

qué rápidamente se alarga la hilera sombría,

qué rápidamente crece con sus velas ya consumidas.

 

 

Konstantino Kavafis, ( 1863 – 1933)

 

Citas. Hijos del ancho mundo.

 

hijos-del-ancho-mundo«Había que tomar una decisión cuidadosa para no equivocarse de nuevo. Solía ser el segundo error, que se cometía por intentar paliar con premura el primero, el que acababa con el paciente».

 
«Los fallos de un rico los cubre el dinero, pero los de un cirujano los cubre la tierra».

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Del libro: Hijos del ancho mundo

 Autor: Abraham Verghese

Comentario: Una novela muy recomendable,  habla de  África, EEUU, niños que se hacen hombres,  medicos, amor, amistad, familia, hermanos. Muy bien escrita y con múltiples tesoros en sus páginas,  una historia  de las que duele que terminen.

Citas.

 

Mahatma GandhiCuida tus pensamientos porque se volverán palabras.

Cuida tus palabras porque se transformarán en actos.

Cuida tus actos porque se harán costumbre.

Cuida tus costumbres porque forjarán tu carácter.

Cuida tu carácter porque formará tu destino.

Y tu destino, será tu vida.

 

Mahatma Gandhi (1869 – 1948)

 

Wilt de Tom Sharpe.

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No hay ningun escritor ingles de humor mejor que Tom Sharpe. Bueno, tal vez si. Leer a Tom Sharpe es como retomar las historias de Guillermo, de Richmal Crompton. En realidad se parecen mucho pero Tom habla de sus alumnos de la escuela Politecnica donde da clases de literatura a Carniceros, Yeseros, Carpinteros… Me resultan tan cercanos… ¿ Como vas a evitar partirte el culo de reir ? 

Tom-Sharpe

—¿Sí? El inspector Flint desconectó la grabadora y miró a Wilt.—¿Sí qué? —dijo Wilt.—¿Es ella? ¿Es la señora Wilt? Wilt asintió.—Me temo que sí —dijo.—¿Qué quiere decir con eso de que teme que sí? Esa condenada mujer está viva. Debería estar usted contento. Y en vez de eso, todo lo que dice es que teme que…Wilt suspiró.—Pensaba sólo en el abismo que separa a la persona tal como la recordamos e imaginamos y la realidad de lo que es. Empezaba a tener recuerdos agradables de ella y ahora…—¿Ha estado usted alguna vez en Waterswick? Wilt movió la cabeza.—Jamás.—¿Conoce al vicario de ese lugar?—Ni siquiera sabía que hubiera allí un vicario.—¿Y no tiene idea de cómo pudo llegar allí su esposa? 

—Ya la ha oído usted —dijo Wilt—. Dijo que había estado en un barco.—Y usted no conoce a nadie que tenga un barco, ¿verdad?—La gente de mi círculo de amistades no tiene barcos, inspector. Quizá tengan uno los Príngsheim. El inspector Flint consideró la posibilidad y la rechazó. Habían comprobado en los registros y los Pringsheim no tenían ninguna embarcación; y tampoco habían alquilado una. Por otra parte, la posibilidad de que hubiera sido víctima de algún fraude gigantesco, un plan complicado y premeditado para presentarle como un imbécil, empezaba a adquirir forma en su mente. Instigado por aquel Wilt infernal, había ordenado exhumar una muñeca hinchable y había sido fotografiado contemplándola lívido en el instante mismo en que cambiaba de sexo. Había ordenado una requisa de pasteles de cerdo sin precedentes en la historia del país. No le sorprendería nada que los dueños de la fábrica iniciaran un proceso exigiendo una indemnización por los perjuicios que les había causado todo aquel asunto. Y, por último, había retenido a un hombre, al parecer inocente, para interrogarle durante una semana y le considerarían, sin duda, responsable de los retrasos y de los costes adicionales de la construcción del nuevo edificio administrativo de la Escuela. Habría, muy probablemente,otras consecuencias estremecedoras a tener en cuenta, pero bastaba ya con eso.Y no podía echarle a nadie la culpa. El único culpable era él. O Wilt. Le miró venenosamente. Wilt sonrió.—Ya sé lo que está pensando —dijo.—No —dijo el inspector—. No tiene usted ni idea.—Que todos somos fruto de las circunstancias, que las cosas nunca son lo que parecen, que hay más de lo que…—Eso ya lo veremos —dijo el inspector. Wilt se levantó.—No creo que me quiera usted para nada más —dijo—. Así que me voy a casa.—No hará tal cosa. Usted vendrá con nosotros a recoger a la señora Wilt. 
 
Salieron al patio y subieron a un coche policial. Mientras cruzaban las zonas residenciales, pasaban ante las gasolineras y las fábricas y cruzaban luego los pantanos, Wilt iba hundiéndose en el asiento trasero del coche con la sensación de que aquella libertad de que había disfrutado en la comisaría de policía se esfumaba. Y, a medida que recorrían los kilómetros, iba reduciéndose más, y se reafirmaba la áspera realidad de la elección, de tener que ganarse la vida, del aburrimiento y de las interminables discusiones mezquinas con Eva, de las partidas de bridge de los sábados por la noche con los Mottram y los paseos en coche los domingos con Eva. A su lado el inspector Flint, sepultado en un hosco silencio, perdía su atractivo simbólico. No era ya el mentor de la seguridad de Wilt en sí mismo, el contrapeso de su incongruencia; se había convertido en un camarada de sufrimiento en el trajín constante de la vida, casi en una imagen especular de la propia nulidad de Wilt. Y delante, después de aquel paisaje liso y lúgubre con la tierra sombría y los cielos nublados, estaba Eva y una vida entera de intentos de explicaciones y contraacusaciones. Wilt consideró un momento la idea de gritar “Pare, pare el coche. Quiero bajarme”, pero el momento pasó. Fuese lo que fuese lo que el futuro le deparara, aprendería a afrontarlo. No había descubierto el carácter paradójico de la libertad sólo para sucumbir de nuevo a la servidumbre de Avenida Parkview, a la Escuela y a los entusiasmos triviales de Eva. Era Wilt, el hombre de la mente de saltamontes.
 
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Citas.

 

HJacksonBrownJrEl éxito consiste en conseguir lo que se desea.

La felicidad, en disfrutar de lo que se consigue.

 

 

H. Jackson Brown Jr. (1940)