McSorley´s Old Ale House, New York City. Historia y cervezas a pares.

El McSorley’s Old Ale House es la taberna irlandesa más antigua de Nueva York, se inauguró en el año 1854. Situada en el East Village, Manhattan, fue uno de los últimos bares de EEUU en donde sólo permitían la entrada a los hombres, en 1970 fue obligada por la ley a cambiar esta regla.
Todo el local es historia viva, por aquí pasaron presidentes como Abraham Lincoln, Ulysses S. Grant o Roosevelt . En sus paredes podemos ver viejas fotografías, recortes de periódicos, cuadros y una bandera, también sus dos lemas, el primero es «We were here before you were born» traducido: “Estábamos aquí antes de que nacieras” y el segundo «Be good or be gone» que viene a decir: “Se bueno o vete” , cuando las mujeres aún no eran admitidas su máxima era: «Good Ale, Raw Onions and No Ladies»: “Buenas Ale, cebollas crudas y no mujeres”.

Este es de los sitios que salvo que lo conozcas o estés en New York el tiempo necesario para profundizar en las guías de viaje cometerás el error de pasarlo por alto, el sitio merece una visita o más. En la tarde un gran ambiente, lleno a tope, risas, canticos y gritos, si quieres tranquilidad este no es el momento, el barman nos colocó en una mesa ocupada por un grupo que rápidamente nos invitaron a participar de su juerga, los neoyorkinos son en general muy amigables. Por la mañana a la hora de comer el ambiente es más tranquilo, puedes escoger mesa, no hay cantos ni gritos y las conversaciones son tranquilas.

No es un local para las exquisiteces culinarias, la oferta es limitada, para beber lo típico es escoger entre dos tipos de cerveza: rubia o negra servidas siempre de dos en dos en pequeñas jarras, para acompañarlas podemos picar un plato de queso cheddar con rodajas de cebolla, Leberwurst (embutido muy típico de la cocina alemana ), hamburguesas, galletas saladas y mostaza caliente a discreción, esta comida que a priori no parece muy apetitosa, sabe a gloria después de las primeras cervezas, cuando el cuerpo pide algo sólido para pasar a las segundas y terceras rondas de la suave pero estimulante “Ale”.

El personal es amable pero de pocas palabras, acostumbran a dejar las birras y platos en la mesa de manera ruidosa, el suelo de todo el local está recubierto de una gruesa capa de serrín para no resbalar, no hay televisión ni música, los urinarios son muy antiguos, tal vez podría decir sin miedo a equivocarme que he meado donde meó Abraham Lincoln.

 

Háganme caso si van a New York no se pierdan esta joya, vayan una tarde, den un salto en el tiempo y tómense unas cervezas.

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