Hace unos años, a la edad de 78 años, un cirujano vascular operó en California a una mujer que luego desarrolló una embolia pulmonar. El cirujano no respondió a las llamadas urgentes de las enfermeras y la mujer murió.
Incluso después de que el hospital denunciara al médico ante el Consejo Médico de California, siguió realizando operaciones durante cuatro años hasta que el Consejo le mandó a la Universidad de California en San Diego para que evaluaran su competencia. «Hicimos un examen neurofisiológico y fue muy anormal», afirma William Norcross, el director del programa de evaluación de médicos de la Universidad, que no reveló la identidad del cirujano. «Este cirujano sufría anormalidades espacio-visuales, no podía realizar correctamente movimientos motores, no podía retener información y su coeficiente intelectual verbal era mucho más bajo del esperado». Sin embargo, «nadie sabía que tenía un déficit cognitivo y él no pensaba que tuviera un problema», agrega Norcross. Pidieron al cirujano que entregara su licencia médica.
Un tercio de los médicos estadounidenses tiene más de 65 años y se espera que esa proporción aumente, ya que muchos de ellos sufren unas crecientes presiones financieras que les hacen ser reacios a la jubilación.
Los médicos de todos los países no son inmunes a la demencia, a la enfermedad de Parkinson, a los derrames cerebrales y a otras enfermedades relacionadas con el envejecimiento. Los expertos avisan de que existen muy pocas garantías que protejan a los pacientes frente a los que ya no deberían ejercer la Medicina.
En 2006, un estudio descubrió que, en las operaciones complicadas, los indices de mortalidad de los pacientes eran más elevados cuando el cirujano tenía 60 o más años, aunque no había diferencias entre los médicos más jóvenes y los más mayores en las operaciones rutinarias.
«La profesión médica nunca ha tenido realmente una manera organizada de medir la competencia de un médico», señala Diane Pinakiewicz, presidenta de la fundación sin animo de lucro National Patient Safety, con sede en Boston. «Necesitamos evaluar sistemática y exhaustivamente a los médicos de alguna forma periódica».
Algunos expertos piden que se les hagan revisiones cognitivas y físicas de forma regular a los médicos una vez que alcancen los 65 o los 70 años, y un pequeño grupo de hospitales ha establecido revisiones para los médicos mayores. Algunos consejos de especialidades ya exigen que los médicos renueven su certificación después de un periodo que oscila entre 7 y 10 años y han endurecido los requisitos para volver a dar la certificación. Pero dichas políticas han encontrado oposición.
«No creo que una disminución de la competencia atribuible únicamente a la edad sea un factor importante en el bajo rendimiento de la mayoría de los médicos que peor rinden», indica Henry Homburger, un profesor de 64 años del laboratorio médico de la Clínica Mayo de Minnesota. «Las enfermedades mentales como la depresión, el abuso de sustancias y no mantener la competencia mediante una formación continuada pesan mucho más que la edad como causas del bajo rendimiento, en mi opinión».
Puede que los médicos con una leve discapacidad cognitiva no sean conscientes de que tengan un problema o de que su rendimiento este decayendo. Se supone que los profesionales médicos deben denunciar las prácticas peligrosas y la mala conducta de sus colegas, pero los médicos son reacios a enfrentarse a sus compañeros, especialmente a sus superiores, que les pueden haber formado.
Los médicos encubren a menudo a sus colegas que son cada vez menos diestros, teniendo a otro cirujano en el quirófano o revisando regularmente sus casos.
John Fromson, director asociado de un posgrado de formación médica del Massachusetts General Hospital, cita un caso de otro centro médico de Nueva Inglaterra en el que los médicos notaron unos cambios cognitivos en el director de medicina interna, de 77 años. Era muy respetado y había formado a la mayoría de los médicos del centro, por eso eran reacios a enfrentarse a él. En vez de ello, le dieron una fiesta de jubilación con la esperanza de que captara la indirecta. «Pero no lo hizo», indica Fromson. «Siguió trabajando».
Fromson organizó una intervención en la que cuatro o cinco de los colegas más cercanos del medico le expusieron el tema lo más compasivamente que pudieron. «Reafirmamos nuestra preocupación y, por su propio bien, le pedimos que nos entregara su licencia medica», señala. «Al principio, lloró un poco, pero lo hizo».
Fuente: The New York Times