La Cafetería Positano de Oviedo deja por la noche los pinchos que sobran «para el que los necesite».

«Vamos a hacer un experimento. Si funciona pasará a ser algo habitual. Casi todos los días nos sobran pinchos. No los guardamos para el día siguiente, así que los tiramos. Pues eso es lo que no queremos. Quedarán entre la puerta y la persiana metálica, envueltos individualmente en una caja de cartón, para que quien los necesite se los lleve. Os necesitamos para darle difusión». Eduardo López Collado, propietario de la cafetería Positano, en la calle San Lázaro, publicó el viernes este mensaje en una red social y puso los pinchos en la puerta del local esa misma noche. Ambas iniciativas salieron bien. Miles de personas aplaudieron su proyecto y los ocho pinchos que puso en la caja de cartón desaparecieron.

cafeteria positano.pinchos para los necesitadosLópez Collado se confesó abrumado por la enorme acogida que ha tenido su iniciativa, que ha llegado a toda España e incluso a países como Alemania, México o Argentina: «Confío en que los que se llevaron la comida sean personas que lo necesitan». El hostelero asegura que no pretende dar lecciones. «No soy quién para invitar a nadie a seguirme, cada uno con su negocio hace lo que quiere. Yo no puedo poner más pinchos, pero si todos los que sobran en Oviedo se diesen…»

Al cierre de esta edición, la publicación de Positano en Facebook había alcanzado más de 13.000 me gusta, más de 20.000 personas la habían compartido y cerca de 2.000 habían dejado un comentario, la inmensa mayoría agradeciendo la iniciativa y deseando que cundiera el ejemplo en otros lugares. Así, López Collado publicó una nueva entrada para dar las gracias por la difusión de la acción solidaria y responder a los inconvenientes, como a los que los acusaban de buscar publicidad «a costa de algo muy serio». Permeable a las sugerencias que ha recibido, el hostelero aseguró que su idea es «mejorable» y que toma nota de las críticas constructivas que le han hecho llegar sobre posibles problemas legales o sanitarios. «Otra opción es tirarlo al contenedor y poner un cartel, pero me parece más higiénico esto que rebuscarlo en la basura». Luego, que me puedan acusar de incitación a la mendicidad, me parece muy fuerte», afirmó. «Mientras sobren pinchos (y nadie diga nada) lo seguiré haciendo para la gente del barrio. No somos una ONG, hay gente que hace cosas más meritorias», concluye.

Más de 200 personas volvieron a dar «me gusta» y la mayoría invitaba al negocio a ignorar las críticas. «Es fácil criticar desde el sillón, hacer algo (siempre se puede mejorar) es mejor que no hacer nada», escribió Ana Rosa Arce. «La finalidad es que la caja de los pinchos esté vacía todas las mañanas. Si vienen más clientes, bienvenidos», apostilló el hostelero, que apuntó asimismo que no tiene capacidad para repartir la comida sobrante -ya se han ofrecido voluntarios- o poner una nevera, como alguno le ha sugerido.

López Collado deja claro que no es la primera ni la última vez que la cafetería de la que es propietario desde hace dos años, pero en la que trabaja desde hace una década, realiza una iniciativa de este tipo. El propio hostelero y los trabajadores del bar corrieron la media maratón a favor de Cáritas y colaboraron con el Banco de Alimentos o la Cocina Económica. A sus 44 años, percibe que la situación social se ha recrudecido: «Hace 20 años no llegaba la gente a pedirte pinchos por la noche, ahora sí». Daniel LUMBRERAS

Bravo por las personas de la Cafetería Positano, todo un ejemplo a seguir.

Citas.

 

la niebla y la doncellaSiempre hay hijos de papá que se ponen a hacer la revolución, y que al final, no se cómo, acaban dirigiéndola. Como son más instruidos, como tienen en los genes la costumbre de mandar, los pringados se fían de ellos y les ceden el timón. Pero los hijos de papá no hacen la revolución por necesidad, sino por pasatiempo, por afán aventurero o para tocarle las pelotas al viejo. Y al final, con ellos a la cabeza, la revolución se va al garete. Porque los hijos de papá listos, cuando se les cura el acné juvenil, siempre vuelven al redil y acaban en su sitio, jugando al golf con sus pares y trabajando de consejero delegado. Y la revolución la cuentan como una batallita, o lo que es peor, la sostienen solo de boquilla, mientras la traicionan a cada minuto. Son los hijos de papá tontos los que se empeñan en continuar la revolución, junto a los pobres que les siguen; un equipo que solo puede llegar a donde al final llegan todas las revoluciones: a ninguna parte.

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Del libro: La niebla y la doncella (2002)
Autor: Lorenzo Silva (1966)

La extraña postura del perro a medianoche.

 

Al filo de la medianoche subiendo por Pau Claris antes de llegar al metro de Urquinaona, me encontré con una persona durmiendo en la calle, una situación muy común que no habría llamado mi atención de no ser por la extraña postura en la que dormía el perro que lo acompañaba, el animal parecía estar descoyuntado pero dormía plácidamente, como un bendito, ajeno a todos los que como yo se paraban a mirarlo.