Quien no ha pedido ayuda a alguna mujer, para encontrar algo que misteriosamente ha cambiado de sitio. Quien no ha quedado atónito cuando ella encuentra al momento la pieza que no veíamos. Quien no ha oído a continuación lo de que si estas ciego, que si pareces tonto, que si eres un comodón, que si tú madre te lo ponía todo en bandeja y te mal acostumbró, etc. etc. .
La explicación de este fenómeno hemos de buscarla en nuestra memoria histórica, en arraigados procesos cerebrales. Se empezó a incorporar al genoma de nuestro antepasado el Homo sapiens neanderthalis, entre 230.000 y 28.000 años atrás, en el Pleistoceno medio y superior.
Ellos, cazadores que ojeaban constantemente el horizonte en busca de presas, desarrollaron una visión centrada en la lejanía y no en los objetos cercanos, acostumbrando a su cerebro a procesar imágenes distantes, esta particularidad, como tantas otras, quedo incorporada al mapa genético, a su memoria de especie.
Ellas, no cazaban, desarrollaron su mayor actividad en espacios cerrados y adaptaron perfectamente su capacidad visual al entorno inmediato.
Por este motivo, instintivamente el cerebro femenino procesa de manera mas rápida y certera la información visual cercana, todo lo contrario del cerebro masculino que se comporta como una lente adaptada a las largas distancias, no percatándose de lo próximo.
«Se non è vero, è ben trovato» o lo que es lo mismo «If it’s not true, it’s a good story».