La Capilla de San Paul se ha convertido después de los terribles atentados del 11 de septiembre, en una de las visitas obligadas en la ciudad de Nueva York.
Frente a lo que antes era el World Trade Center, y hoy es una amplia explanada donde el ruido de excavadoras y camiones es incesante, se encuentra como un remanso de paz la que es la iglesia más antigua de Manhattan. En 2001, permaneció intacta después de los atentados del 11-S.
Esta pequeña iglesia fue durante 9 meses tras los ataques, el refugio de los cientos de bomberos y voluntarios (más de 14.000) que participaron en las tareas de desescombro y rescate a las víctimas. Por otra parte, familiares de los desaparecidos llegaban hasta allí en busca de información o consuelo.
Aún hoy, la capilla rinde homenaje a todos los que allí dejaron sus lágrimas, su esfuerzo, su apoyo y, cómo no, rinde homenaje a las víctimas.
La planta principal es hoy un lugar de peregrinación donde pueden verse cientos de objetos y mensajes de testigos directos de aquellos días. Fotos, mensajes, un devastado traje de bombero, una pequeña cama para unas horas de descanso, una pantalla que muestra un video con testimonios e imágenes.
No importa los años que hayan pasado desde entonces, en esta pequeña capilla se rememora de forma intensa el dolor y la angustia de aquellos días.