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Enero da para mucho y un viaje a Casablanca es una ocasión especial para disfrutar de un buen hotel y un par de cenas en los lugares mas típicos de la ciudad. Por supuesto, estuvimos trabajando duro y nos merecimos una tarde de asueto buscando una medina que nunca encontramos. En su lugar visitamos una mezquita, paseamos por calles donde encontramos el tipismo de talleres anclados en tiempos pasados y donde tomamos te en la típica tienda de alfombras, entre otras cosas.
Lo especial fue visitar el café de Rick, donde esperábamos encontrarnos con la magia de la película Casablanca. No estaban Rick, ni Sam ni cantamos la marsellesa, pero el lugar rezuma encanto y calidad gastronómica. Probamos y degustamos las mejores especialidades y sin duda el local se merece que lo visiteis, en lugar de cualquiera de los tugurios a los que los guias locales os quieran llevar. Cenamos de maravilla por un precio muy asequible para un europeo.
Las fotos fueron casi robadas en las pocas horas que pasamos allí. Espero que reflejen un país y una ciudad de cuatro millones de habitantes que crece a un ritmo sin igual y donde los negocios con las cercanas metrópolis, proliferan.