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Ojito. Spoilers a dojo (en catalán). Después de un par de meses viendo dos o tres o incluso cuatro capítulos diarios de Breaking Bad en la cadena AMC en el Ono, creo que se merece que le dediquemos un sentido post a una de las mejores series que jamás hayamos visto. Sin duda, Walter White es nuestra alma gemela que harto de las trampas de un absurdo destino terrenal en forma de cáncer de pulmón, empieza una doble vida dedicado a lo que mas le gusta: La química y el vivir peligrosamente. Cada temporada nos ha deparado un nuevo ejercicio de autodestrucción, de violencia y de la descarnada exposición de los oscuros secretos de una familia americana como todas.
Esta muestra de la cruda realidad familiar, de los sentimientos y vía crucis por los que la familia de Walter debe pasar son uno de los principales componentes del argumento, casi en la mas pura tradición de las telenovelas sudamericanas que todos vimos en los años 80. Si, nadie lo habrá dicho jamás. Pero Breaking Bad, me ha recordado a Dancing Days con una Sonia Braga inconmensurable que durante incontables episodios, luchaba por recuperar el amor de su hija, al igual que Walter que lucha porque sus seres queridos le quieran, a pesar de su cruzada personal por construir el mayor emporio de meta anfetamina que se pueda recordar.
Esa pasión por estar vivo le lleva a cruzar todas las barreras y a explorar sus limites en todos los aspectos. ¿No es acaso, lo que todos debemos intentar cada día de nuestra vida, sin tener ningún cáncer al que echarle la culpa? Walter se auto engaña con su motivación. No lo hace por la familia, lo hace por que le gusta. Porque se siente vivo. Porque esa inyección de adrenalina le mantiene atento, mas allá de lo que jamás estuvo en su anodina vida como profesor de instituto. ¿Os recordáis de Wilt, de Tom Sharpe? Aquel profesor de formación profesional también era un adelantado a su época y tenia estrategias muy elaboradas para sobrevivir a una clase de mediocres alumnos de instituto.
Walter no es un ejemplo, siendo un asesino y responsable de tantas muertes, pero es el caos y el absurdo lo que condiciona su destino. El solo se adapta y maneja su entorno con una maestría propia del mejor curso de realización personal. Solo recordar la muerte de Gus Fring o como mantiene a su colega Jesse Pinkman a su lado a pesar de la vida de su novia, o envenenando a un niño… Ya no caben juicios morales cuando cientos de vidas son cercenadas en aras de la voluntad de hierro del alter ego Heisenberg, el genio del mal, brillante cocinero de la mejor meta anfetamina del mercado.
Digno final, Felina, el ultimo capitulo agranda la leyenda de esta serie descomunal que te mantiene en vilo durante cada capitulo esperando esa dosis de violencia total. Esa inyección, ese chute, esa raya de genio que Walter va a mostrar en cada ocasión que se le presente. Finalmente Walter acaba con sus últimos enemigos y herido por una bala perdida, se mece entre las aguas, en la barca de Caronte, con un óbolo que ofrecer. Su amor por la química. Por esa ciencia que Walter ha sabido reivindicar para si, en forma del mejor cristal azul.