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La gata medicinal, se ha adueñado de la casa. Ahora, después de pasar el destete y de unos cuantos meses de crecimiento, la gata ya nos amedrenta e impone su ley. Lo que parecía una practica de sus primeras semanas, se ha convertido en su patrón de conducta mas habitual. Si esta contenta nos muerde, si quiere jugar nos muerde, si quiere algo también nos muerde por defecto. Tarde o temprano obedecemos y acertamos con su deseo. O quiere que le abramos la ventana, o quiere que le tiremos la pelota o jugar con las cajas o tal vez necesita una comida gourmet. La gata ejerce su supremacía y nos mantiene a raya con sus mordiscos. De hecho cuando quiere agasajarnos y premiarnos, también nos muerde. ¿No es un amor?
Hace poco la esterilizamos, siguiendo los consejos de ese gran profesional, La Veterinaria. Nuestro karma se vio seriamente comprometido. En cualquier caso, fue sorprendente observar que al día siguiente de la operación, la gata retomaba sus costumbres sin ninguna molestia. Debíamos curarle la herida con betadine e incluso teníamos un collar de esos que llevan los perros, para impedir que se rasquen o se laman las heridas. Pero cualquier intento de cura o de acercamiento con el collar, se parecía a un encuentro con el Alíen, con la Bestia desatada. Después de un par de semanas, la visita a La Veterinaria es una odisea de la cual nadie sale victorioso. La profesional, sigue insistiendo con el betadine, pero en casa…, una vez que la consulta haya pasado y pueda recomponer su maltrecha dignidad hecha jirones.
Después de la tormenta, viene la calma y ella nos premia con sus ronroneos. Nosotros, solícitos, la adoramos en el altar de los Nuevos Dioses.
Gata salvaje nos mantiene como rehenes.
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