Quedan vivos sólo dos de los veinticinco marines que integraron el Team 6 de los Navy Seals, la fuerza de élite que protagonizó la “Operación Gerónimo” que acabó con el terrorista Osama Bin Laden en Abbottabad (Pakistán) hace dos años.
La última muerte fue la del marine Brett D. Shadle, uno de los 25 hombres que participó en el operativo, falleció el pasado jueves mientras realizaba maniobras de paracaidismo nocturno cerca de la localidad de Marana, en el estado de Arizona.
En agosto de 2011 durante una operación en la provincia de Wardack (Afganistán), un helicóptero pesado Chinook de la OTAN se estrelló provocando la muerte de 31 soldados estadounidenses, siendo 22 de ellos especialistas de los Navy Seals. El gobierno estadounidense no quiso desvelar la identidad de los militares americanos fallecidos pero según informó el presidente afgano, Hamid Karzai, el comando que acabó con el líder de Al Qaeda, viajaba casi al completo en el transporte aéreo que fue atacado por rebeldes talibanes. Además de los soldados de EEUU, murieron siete soldados del Ejército afgano y un traductor.
El pasado febrero, se conocía, que el hombre que disparó al terrorista en el ojo izquierdo y acabó con su vida, dejó el Ejército en septiembre de 2012 después de 16 años sirviendo al país y ahora lucha por sobrevivir. No tiene seguro médico público y no sabe quién le pagará la pensión.
Después de cientos de misiones, acabó en la operación de los Seals más crucial de su historia. Aunque el Pentágono nunca identificó al hombre que apretó el gatillo, varios militares confirman que fue él. Un testigo a su lado dice que él entró en el dormitorio del tercer piso donde Bin Laden estaba con sus mujeres y se enfrentó solo al terrorista más buscado.
Por último, Matt Bissonnette, fue dado de baja del Ejército por revelar detalles de la operación Geronimo en un libro escrito con el pseudónimo de Mark Owen, en el que cuenta cómo fue el asalto al refugio en el que se escondía el terrorista.
Este desgraciado y coincidente destino de los miembros del cuerpo de elite norteamericano ya es calificado como “La maldición de Bin Laden”.





Fumata blanca.
El que no se mueve, no escucha el ruido de sus cadenas.
El accidente de Chernóbil no fue técnicamente una explosión nuclear, sino una explosión del vapor acumulado dentro del núcleo por una sucesión de negligencias y fallos de diseño. Cuando el reactor reventó quedó expuesto al aire y de su interior escapó, se calcula, el 3,5% del material radiactivo. Es decir, que todavía queda dentro casi el 95% del combustible nuclear, lo que da una idea de la magnitud del desastre que estuvo a punto de devastar media Europa. Los isótopos del yodo 131, los que se alojan en la glándula tiroides, el que provocó tantos cánceres, comenzaron a evaporarse a los ocho días del accidente. Dentro de unos cinco años se disiparán los de estroncio 90 y cesio 137, tremendamente contaminantes. Pero el plutonio 239, la principal amenaza que escapó del reactor número cuatro, ese no se irá hasta dentro de 24.000 años.
A esa masa incandescente, ese corium como le llaman algunos científicos, ese elemento nuevo que sigue ahí dentro del reactor, latente, le llaman la materia de los seis extremos: extremadamente potente, extremadamente caliente, extremadamente densa, extremadamente corrosiva, extremadamente tóxica y extremadamente radiactiva. Valery reconoce que aunque llevan 26 años estudiándolo, midiendo su temperatura, la humedad, la densidad, su concentración de gases, el nivel de rayos gamma y beta, no tienen ni idea de cómo evolucionará. Es como un monstruo incubándose dentro de un enorme sarcófago de cemento construido a marchas forzadas. El sellado del ataúd de hormigón se está resquebrajando, así que se está construyendo uno nuevo, mucho más grande, y que pretende enterrar el magma nuclear durante otros 100 años. “Realmente estamos postergando la decisión de qué se hace con el reactor número cuatro, aplazando la solución hasta que se desarrolle una nueva técnica, una nueva fórmula pata tratar ese magma nuclear, algún tipo de contenedor, no sé, algo”. Y lo dice el director general adjunto de la central nuclear de Chernóbil, el hombre encargado de desmantelar la instalación, el responsable de que eso que sigue ahí dentro siga ahí dentro. Asusta…




