Aunque algunos se empeñen en defenderlo a capa y espada, es un hecho: los teclados físicos en los dispositivos móviles (a saber, ‘smartphones’ y ‘tablets’) están condenados a muerte. O para no herir las sensibilidades de los defensores de este formato, a pervivir en un nicho de mercado marginal.
Los teclados virtuales ofrecen todo tipo de ventajas al usuario: la primera y fundamental, que no sacrifican una parte considerable de la pantalla que queda inutilizada, pero hay muchas otras razones por las que este tipo de teclado se ha impuesto con autoridad en el mercado. Los teclados virtuales permiten la configuración automática de múltiples idiomas sin necesidad de tocar el hardware y la aplicación de sofisticadas aplicaciones de texto predictivo que facilitan enormemente la escritura en los móviles, fundamentalmente.
Si lo recuerdan, uno de los aspectos que más llamó la atención del mercado del recién presentado sistema operativo BlackBerry 10 fue ese teclado virtual que se anticipaba a lo que el usuario iba a escribir. El propietario de una Z10, el flamante buque insignia de los canadienses, puede escribir prácticamente sin necesidad de tocar las teclas. El sistema predice lo que con más probabilidad viene a continuación y lo ofrece al usuario.
Aquello nos dejó boquiabiertos, pero esta semana hemos descubierto que eso era sólo un aperitivo de lo que ha sido presentado oficialmente y que sin duda podemos calificar como el mejor teclado virtual del mundo: Swiftkey 4.
El teclado del iPhone ha quedado obsoleto.
Esta pequeña joya está únicamente al alcance de los usuarios de dispositivos Android y cuenta con una peculiaridad que lo hace único: para escribir no es necesario teclear, sino que basta con desplazar el dedo sobre las letras que uno requiere para componer una palabra. Puede parecer complejo, pero una vez que el usuario se hace con esta forma de escritura, la velocidad y eficacia que se obtienen son de vértigo, y no en vano, en 2011, el récord mundial de escritura en un dispositivo móvil se obtuvo empleando este peculiar sistema.
Swiftkey lleva ya tiempo en el mercado, pero sus creadores se han esmerado en esta última versión que ha sido sofisticada a niveles que no habíamos visto en los dispositivos móviles hasta la fecha.
Digamos que esta nueva versión del teclado se beneficia de la rapidez de la tecnología de deslizamiento (aunque también permite al usuario teclear de forma convencional), pero incorpora al tiempo un sistema de predicción muy similar al planteado por BlackBerry y que además aprende con los hábitos del usuario. La aplicación ha sido a lo largo de todos estos años una de las más descargadas entre los usuarios de Android y tanto Swiftkey como el teclado de BlackBerry 10 han puesto en evidencia la obsolescencia del teclado del celebérrimo iPhone.
En este sentido, ZDNET firma un artículo en el que se destaca que Apple lleva desde 2007 sin ofrecer mejoras de calado en el sistema de escritura de sus terminales iOS y es urgente contar con una nueva versión. Los usuarios del terminal de Apple, a diferencia de lo que sucede en el ecosistema Android, no pueden instalar teclados de terceros. Les queda el derecho a la pataleta y observar cómo una vez más, los rivales van tomando la delantera en lo que a plataforma se refiere.
Fuente: Teknautas






El que no se mueve, no escucha el ruido de sus cadenas.

He pasado una noche estupenda. Pero no ha sido esta. 
El accidente de Chernóbil no fue técnicamente una explosión nuclear, sino una explosión del vapor acumulado dentro del núcleo por una sucesión de negligencias y fallos de diseño. Cuando el reactor reventó quedó expuesto al aire y de su interior escapó, se calcula, el 3,5% del material radiactivo. Es decir, que todavía queda dentro casi el 95% del combustible nuclear, lo que da una idea de la magnitud del desastre que estuvo a punto de devastar media Europa. Los isótopos del yodo 131, los que se alojan en la glándula tiroides, el que provocó tantos cánceres, comenzaron a evaporarse a los ocho días del accidente. Dentro de unos cinco años se disiparán los de estroncio 90 y cesio 137, tremendamente contaminantes. Pero el plutonio 239, la principal amenaza que escapó del reactor número cuatro, ese no se irá hasta dentro de 24.000 años.
A esa masa incandescente, ese corium como le llaman algunos científicos, ese elemento nuevo que sigue ahí dentro del reactor, latente, le llaman la materia de los seis extremos: extremadamente potente, extremadamente caliente, extremadamente densa, extremadamente corrosiva, extremadamente tóxica y extremadamente radiactiva. Valery reconoce que aunque llevan 26 años estudiándolo, midiendo su temperatura, la humedad, la densidad, su concentración de gases, el nivel de rayos gamma y beta, no tienen ni idea de cómo evolucionará. Es como un monstruo incubándose dentro de un enorme sarcófago de cemento construido a marchas forzadas. El sellado del ataúd de hormigón se está resquebrajando, así que se está construyendo uno nuevo, mucho más grande, y que pretende enterrar el magma nuclear durante otros 100 años. “Realmente estamos postergando la decisión de qué se hace con el reactor número cuatro, aplazando la solución hasta que se desarrolle una nueva técnica, una nueva fórmula pata tratar ese magma nuclear, algún tipo de contenedor, no sé, algo”. Y lo dice el director general adjunto de la central nuclear de Chernóbil, el hombre encargado de desmantelar la instalación, el responsable de que eso que sigue ahí dentro siga ahí dentro. Asusta…