El autor confeso del doble atentado de Noruega, en los que murieron 77 personas, Anders Behring Breivik, ha sido recluido en una celda de siete metros cuadrados en el centro penitenciario de Ila, en Sandvika, al oeste de Oslo, según el diario Verdens Gang en su edición digital.
Esta cárcel, inaugurada en 2010, es considerada como la prisión más lujosa del mundo donde el recluso disfruta de comodidades que no todos los ciudadanos libres pueden permitirse.
Los presos viven en auténticas suites e incluso la prisión cuenta con una pequeña heladería. Allí también disponen de televisiones con pantallas planas e, incluso, para que se cumpla el objetivo de que no parezca una prisión las celdas tienen ventanas sin rejas.
Ocupada por 252 presos cada 12-15 celdas hay una cocina de alta gama y áreas de descanso con mesas de café. En el patio hay un mural que costó un millón de euros.
Igualmente, la cárcel tiene comodidades como un estudio de sonido, cintas para correr y hasta una casa independiente donde los presos pueden hospedar a sus familias. Y para evitar una imagen de prisión el exterior parece cualquier cosa menos una cárcel.
En esta prisión los policías que custodian a los presos no van armados y conviven con ellos buena parte del día, y hasta los reclusos reciben cuestionarios de cómo mejorar su estancia temporal en esta lujosa cárcel.
Los servicios penitenciarios de Noruega aguardan el veredicto sobre Breivik, previsto para el viernes 24 de agosto. “Estamos listos para recibir a Anders Breivik, tanto si es sentenciado a prisión preventiva como si es condenado a atención psiquiátrica”, explica el gobernador de la prisión de Ila, Knut Bjarkeid.
Ila se ha preocupado para amparar cualquier escenario posible y aunque ya dispone de 67 lugares para la detención preventiva y un ala que puede acoger el régimen de alta seguridad, hay nuevos planes para iniciar la construcción de una nueva zona para presos que no puedan convivir con la población carcelaria común, debido a problemas de salud mental.
Este sería el caso de Breivik en el supuesto de que la sentencia le condene a tratamiento y atención psiquiátrica. La penitenciaría debería entonces coordinar su tratamiento con sanidad, pero continuaría proporcionando las instalaciones y seguridad. “Nuestro trabajo es proteger a la comunidad”, explica Bjarkeid. A lo que añade que esa empresa “también es trabajo cuando se trata de un paciente con problemas psiquiátricos”. Mientras tanto, el autor confeso de los atentados de Noruega, podrá continuar con su autobiografía, que según sus abogados, “incluirá más información de la que ha facilitado a la policía”.