La historia del alpinismo esta sembrada de polémicas que casi nunca son resueltas. En este caso, la primera ascensión y consecución de la cumbre del Nanga Parbat por la arista Rupal en 1970, protagonizada por los hermanos Messner, se vió ensombrecida por la muerte de Gunter, cuando sin ayuda de su equipo y tras una noche en unas condiciones extremas, sin suministros ni cuerdas, los hermanos se vieron obligados a bajar por la cara Diamir y Gunter, rezagado, falleció víctima de un alud.
Ademas de su jefe Karl Herrligkoffer, dos miembros de la expedición, Hans Saler y Max von Kielin, sembraron las dudas en sendos libros, acerca de si Reinhold había abandonado a su hermano en las cumbres del Nanga Parbat, porque le ralentizaba la marcha y para hacerse con toda la gloria de una hazaña sin parangón; y cabe resaltar, que Reinhold les dió sobrados motivos de rencor al convertirse en el mejor escalador de las siguientes décadas y al casarse con la mujer de uno de ellos. La presión mediática en Alemania, fue muy dura con Messner en aquellos tiempos.
Al cabo de 35 años, en 2005, Reinhold pudo confirmar su versión, al encontrarse los restos de su hermano en el glaciar Diamir a 4300 metros de altura, lo que corroboraba sin atisbo de duda que Reinhold nunca lo abandonó. Es curioso observar como gente que jamás se han encontrado en las terribles circunstancias a las que los escaladores de altura se someten, son capaces de hablar sin el respeto adecuado sobre eventos que jamás podrán comprender. Existe literatura al respecto como el libro de Messner «La montaña desnuda», y también esta película, que describe los hechos.
En los últimos años, los avances en inteligencia artificial han crecido hasta consolidar esta tecnología como uno de los campos más prometedores del siglo XXI. Para comprender su alcance es necesario remontarse al inicio del concepto de IA, cuando el precursor de la informática moderna, Alan Turing, estableció las bases teóricas que sirvieron para promover la noción de una computadora capaz de poseer inteligencia abstracta y sensitiva.
Alan Turing afianzó su trabajo con la redacción del test de Turing, una prueba creada para demostrar la inteligencia de una máquina. Muchas primaveras han pasado desde entonces, y a lo largo de los años, la iniciativa e ilusión de este científico se han contagiado para convertir el florecimiento de la IA como el rumbo de muchos profesionales con la pretensión de lograr el siguiente gran paso de la humanidad.
Si citamos la praxis histórica, es indispensable reparar en la etapa del Boom informático acontecida en las últimas tres décadas del siglo XX. La Inteligencia Artificial vivió esta época como un tiempo de constante evolución. Todos los campos de la computación fueron mejorados a un ritmo abrumador; a partir de este periodo, la tecnología de un determinado momento no sería más que un ínfimo remanente comparada con la disponible en la década siguiente.
El perfeccionamiento en IA quedó encarnado cuando la computadora “Deep Blue” fue capaz de vencer al campeón mundial de ajedrez Gari Kaspárov en una partida que pasó a la historia como un hito compartido del deporte y la tecnología. El mismo ajedrecista calificó a la máquina como un ente creativo capaz de razonar igual que una persona. Así pues, se contextualiza el descomunal avance desde los primeros transistores hasta la robótica actual.
El desarrollo en inteligencia artificial se sostiene en gran medida por ser un tema muy contemplado en la cultura popular, suscita tanto interés que se distingue como un exponente enormemente teatralizado dentro del marco de la ciencia ficción. Podrían ser mencionadas un sinfín de obras, algunas de ellas grandes ejemplares del séptimo arte como “Terminator”, “Matrix”, “2001 Space Odissey” o “Blade Runner”. En el arte literario pueden destacarse volúmenes escritos por Isaac Asimov o Daniel H. Wilson, como por ejemplo “Yo, Robot” o “Robopocalypse”. El impacto cultural de este género es innegable. En consecuencia, la inteligencia artificial ha alimentado la imaginación de científicos y gente corriente por igual.
El día que programemos una mente artificial plenamente consciente de sí misma y con un genio equiparable o superior al nuestro, habremos forjado la llave que impulsará el progreso tecnológico universal; no obstante, la consecución de una inteligencia digital independiente y creativa podría suponer un enorme riesgo para el ser humano. Es plausible suponer que una máquina con un entendimiento afín al descrito podría llegar a dirigirse de manera hostil a la humanidad si su sistema no lo vetara de ninguna forma. No es un tema que actualmente nos afecte de manera práctica, pero constituye una escena morbosamente atractiva que ha sido escenificada múltiples veces.
La Inteligencia Artificial es la protagonista de la nueva era digital y se prevén grandes éxitos en este campo. Su singularidad tecnológica la convierte en el epicentro del progreso en la actualidad. Todavía no somos capaces de construir un cerebro artificial comparable a la psique humana; si bien, gracias a los nuevos avances en IA, por primera vez alcanzamos la visión y mantenemos la dirección adecuada en pos de consolidar semejante hazaña. La IA tiene las propiedades para gestar un desarrollo jamás visto por la humanidad.
¿Se puede reparar una taza rota? Hasta ahora podríamos pensar que cuando una taza se rompe, jamás podrá ser recompuesta como originalmente estaba concebida. Mas aun, siguiendo la constante entrópica mediante la cual el desorden y el caos predominan y se adueñan del universo, una taza rota en ningún caso podrá volver a ser una taza.
Si lo habéis probado, sabréis que recomponer una taza, un vaso o cualquier objeto frágil, es un esfuerzo futil que no conllevará un resultado satisfactorio. Hasta ahora, en nuestra sociedad de consumo, ya no prestábamos ningún crédito al trabajo requerido para recomponer aquel jarrón que después de veinte años de adornar nuestro hogar, caía victima de la gravedad y se descomponía en mil pedazos.
Pero la cultura japonesa, una vez mas, nos redime de nuestros pecados de juventud. Allí y desde hace cientos de años se dedican a un arte singular, consistente en remedar y arreglar los restos de cualquier loza, para mediante la técnica del Kintsugi, convertirla en una pieza de arte renovada. Cual ave fénix, una taza rota se convierte en un nuevo objeto donde las imperfecciones son reveladas y reivindicadas.
Donde la cicatriz que antaño queríamos ocultar, es mostrada y sublimada mediante metales preciosos como el oro o la plata. Y donde la maestría del artesano resalta y rescata objetos destruidos, convirtiéndolos en joyas de mas valor del que tenían originalmente. Me pregunto si sois capaces de observar los paralelismos existentes entre una taza de porcelana y la frágil naturaleza humana. ¿Es esta técnica ancestral aplicable en la reparación de los daños físicos o psíquicos que sufrimos a lo largo de nuestra vida?
Tengo un jarrón de cristal azul, traído de Mallorca este verano, que sé que tarde o temprano, perecerá victima de la Gata Medicinal. En cualquier caso, ahora tengo una estrategia al respecto y cuando ocurra lo inevitable, guardaré los pedazos para mi particular proyecto de Kintsugi. Si queréis saber mas, no os perdáis la historia ni esta web especializada donde parece que venden lo necesario. Ya me contareis.
Papa Noel me ha traído un juguete de los años 70`s. Corría por mi casa cuando era un crio y creo recordar que lo desmonté alguna vez, aunque no estoy seguro. En cualquier caso, jugué con él interminables horas por aquellos pasillos de mi infancia. Luego fué eliminado como tantos otros juguetes cuando ya tuvimos una edad y la lucha por el espacio y por el orden se adueño de mis progenitores.
Lo encontré en el Mercantic a un módico precio. Esta entera y con algunos signos de la edad pero luce bien, y casi estoy seguro que con pilas nuevas, todavía podría funcionar. Es de hojalata, de la marca española EGE y es sin duda una joya a rescatar para los nostálgicos de aquellos años, que los hay. En cualquier caso, he visto que se venden por 60€ o mas. Mi locomotora también se vende y su precio es negociable. Haced una oferta…
Una vieja película que vi hace muchísimos años ya y que sucedía en una lúgubre Estación Polar donde se experimentaba con monos y donde los personajes pugnaban por sobrevivir mientras una desconocida amenaza los iba atrapando uno a uno. La Cosa y otras películas bebieron de las fuentes de este clásico.
Durante mucho tiempo he buscado el titulo en internet infructuosamente. Si buscáis, aparece la «Estación Polar Cebra» de siempre. Pero hace poco apareció este link que nos lleva directos al titulo. Luego, con una búsqueda mas razonable encontramos la película en si. Muy recomendable.