Santa Sofia. Si las puertas de la percepción fueran depuradas todo aparecería ante el hombre tal cual es, infinito. William Blake.

Si alguien se pregunta de donde viene mi devoción por las puertas, solo tiene que contemplar el post anterior donde se aprecian en toda su magnificiencia las tres puertas de entrada al templo de Hagia Sofia en Estambul. Todas las puertas que despues he fotografiado, son solo una aproximación, un reflejo, de la sensación que me produjeron estas puertas, cuando las contemplé por primera vez. Esa imagen anidó en mi subconsciente y siempre intenté encontrarlas de nuevo.

El templo de Hagia Sophia es soberbio. Su antiguedad nos lleva de golpe a un pasado lleno de matices y preciosos materiales empleados con una maestria que no he vuelto a ver en ninguna otra catedral europea. El sindrome de stendhal te atrapa y te deja sin aire cuando contemplas una obra humana que ha sobrevivido desde los albores de la civilización occidental. Solo contemplar este templo, en toda su magnificencia, ya se merece una visita a Estambul y mas ahora cuando han desmontado los andamios que durante años permitieron su restauración.

Santa Sofía, la Divina sabiduria’ o Hagia Sophia es la antigua catedral cristiana de Constantinopla (actualmente Estambul, en Turquía) , convertida en mezquita en 1453 y en museo en 1935.

Dedicada a la segunda persona de la Trinidad, es una de las obras más sublimes del arte bizantino. Fue construida del 532 al 537, durante el mandato de Justiniano I en Constantinopla, capital del Imperio bizantino (hoy Estambul, en Turquía).

Sus arquitectos, Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, cubrieron el edificio, de planta casi cuadrada, con una cúpula central sobre pechinas. Ésta reposa sobre cuatro arcos, sostenidos a su vez por cuatro columnas. Dos semicúpulas hacen de contrafuerte de la cúpula central y los muros abiertos están asegurados por contrafuertes. Posee además unos bellos mosaicos bizantinos.

La construcción definitiva se llevó a cabo sobre la primitiva basílica de Constantino entre el 532 y el 537, durante el reinado de Justiniano, en el periodo conocido como «Primera Edad de Oro». Sus arquitectos realizaron un diseño sin antecedentes, tomando elementos conocidos (planta basilical y rotonda), pero que se unen en una estructura nueva.

Fue utilizada como iglesia cristiana durante casi mil años, desde su construcción hasta la conquista de Constantinopla por los turcos en 1453. Allí se refugiaron los aterrorizados habitantes en el ataque a la ciudad. Los otomanos la convirtieron en mezquita, agregando posteriormente los cuatro minaretes que hoy presenta, así como los medallones decorativos interiores. En 1935 fue convertida en museo, función que desempeña hasta el día de hoy.

En palabras de Agatías, los diseñadores (Artemio de Tralles era matemático, Isidoro de Mileto arquitecto) trataron de «aplicar la geometría a la materia sólida». Justiniano, según su cronista oficial Procopio de Cesarea, al ver Santa Sofía terminada exclamó: «Salomón, te he vencido».

Su arquitectura es eminentemente espacial, aunque el efecto exterior ha sido significativamente modificado por los otomanos, que lo enriquecieron con minaretes, espolones y grandes contrafuertes. La idea del edificio fue el que la gran cúpula que se iba a construir se sostuviera merced a cuatro arcos reforzados, mediante contrafuertes y semicúpulas que desviaran los empujes. Los tímpanos de los cincos arcos principales reflejan cómo se llevó el cuerpo de San Marcos a la basílica.
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La planta es un rectángulo de 77 x 71 metros. La cúpula con forma de media naranja, de 56,6 metros de altura y 31,87 de diámetro, se apoya sin tambor en cuatro pechinas y está rodeada por cuarenta pequeños contrafuertes separados por otras tantas ventanas, dando la sensación según Procopio de estar «suspendida del cielo por una cadena de oro».
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Por fuera, la masa de la gran iglesia se eleva no sin cierta armonía, pero sin demasiada gracia. La cúpula imponía una centralización bastante ajena a las basílicas del pasado, pero gracias a las pechinas y la traslación de los esfuerzos a las naves laterales, así como un refinado uso de la luz, «no parece descansar en base sólida».
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Viajando por Colombia: Salento.

Salento es un pueblo tranquilo y relajado, de aquellos pueblos donde nadie tiene prisa, con pocos vehículos, con mucha vida en la calle; donde los vecinos se encuentran en las plazas o en los bares y se paran a hablar con otros vecinos; donde los niños juegan en calles llenas de típicas casas paisas; donde los comerciantes esperan en la puerta de sus negocios la llegada de los clientes.

El pueblo esta situado entre impresionantes montañas, es el municipio más antiguo del departamento del Quindio y es la cuna del árbol Nacional «La Palma de Cera». Su clima posee una temperatura promedio de 15 ºC y se encuentra a una altitud de 1.895 metros. Salento sobrevive gracias a la producción de café, la piscicultura de truchas y, últimamente, a los turistas.

La calle Real es la vía principal , con algunos puestos de artesanía local, restaurantes y cibercafés. Nos alojamos en La Posada del Café, un acogedor hotelito regentado por María Elena, una señora servicial y muy amable que nos brindó una buena información para disfrutar de nuestra estancia en Salento.

Estambul. Una ciudad inolvidable.

Las motivaciones para volver a Estambul son varias y variopintas. Colmar la frustración de volver a ver antes de morir, los lugares mas exoticos de Europa como Hagia Sofia o recorrer de nuevo las calles del Gran Bazar eran algunas. Pero había más. Por ejemplo, darle gusto al disparador con una nueva camara 4 tercios Olympus EPL 2 que pude probar y disfrutar. 

De cualquier forma, no hace falta ningun motivo especial para regresar a Estambul. Es una ciudad magnífica. Vital y pujante como ninguna, donde viven 10 millones de personas y donde te puedes perder entre monumentos del arte Bizantino o del imperio otomano y satisfacer todas tus ansias consumo-compulsivas en un Gran Bazar lleno de chollos para turistas de cualquier pelaje y condición.

Nuestra visita nos llevó durante 4 dias en esta semana santa de 2011 y pudimos disfrutar del peor tiempo que os podais imaginar. No recuerdo haber pasado tanto frio en ninguna parte. Obviamente no ibamos lo suficientemente preparados para una ola de lluvia y frio que en cualquier caso, no consiguió parar nuestros planes. Lo vimos todo y lo abarcamos todo. Recorrimos la ciudad de punta a cabo. Visitamos los monumentos mas significativos y nos pateamos todos los lugares de interes que recordábamos de nuestra visita de 17 años atras.

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Nos movimos por la ciudad por nuestra cuenta, mediante taxi o andando y debo deciros que la sensación de seguridad fué absoluta. No tuvimos ningun percance. Todas las personas con que tratamos, taxistas, camareros, vendedores y demas gentes del lugar nos brindaron un trato exquisito y nuestra estancia fué un recorrido típico de turista camacu que alucinaba en el museo arqueologico o que abria la boca epatado por la cúpula de la mezquita azul.

Como decía, probar la camara y traerme mi pequeño tesoro en forma de fotografias digitales de Estambul era otra de mis motivaciones. Cuando fuí la primera vez, no existian blogs ni fotografia digital y pocos lugares te ofrecen la oportunidad de retratar la belleza y el exotismo como Estambul.  Este humilde intento de captar lo mas hermoso de la ciudad es solo eso, un intento. Lo mejor es que vayais alli y lo veais con vuestros propios ojos. Cosas maravillosas. 

¿NUCLEAR? NO, GRACIAS. Movilizaciones contra las nucleares.

Miles de personas se manifestaron ayer en Barcelona en contra de las centrales nucleares. Tras el desastre nuclear ocurrido en Japón, varios grupos ecologistas convocaron una concentración en el Paseo de San Juan en Barcelona. La coordinadora Cerremos las Nucleares manifestó los peligros que suponen las centrales y a las 13 horas se guardó un minuto de silencio en recuerdo de  las victimas de Japón.

Años después, el debate ¿NUCLEAR? NO, GRACIAS vuelve a la actualidad, donde siempre debía haber estado.

Buñuelos de alcachofa. Receta definitiva.

Hay platos que nos retrotraen a la infancia. Aquellos sabores primigenios que nos abrieron las puertas de la percepción. Son legados culturales de otro tiempo. Una rica herencia que no debemos despreciar sino bien al contrario, cuidar, mimar y proteger.

Hoy os traigo uno de aquellos platos sencillos de temporada, perfecto acompañamiento de un redondo de ternera o similar, que convertirá vuestro comida de domingo en una sinfonía de placer. El buñuelo es en sí mismo puro arte conceptual. Como metafora de la vida misma, tras un envoltorio crujiente se esconde un tesoro oculto de insospechadas caracteristicas.

Para la realización, prepararemos en primer lugar, una pasta de rebozar semiespesa mezclando en un plato hondo harina con agua, una cucharilla de levadura y sal que reservaremos en la nevera durante al menos treinta minutos antes de su uso.

A continuacion, herviremos ligeramente los corazones de las alcachofas previamente pelados, despojados de sus hojas, pelusas y troncos en un caldo corto hasta que esten al dente. Una vez hervidos, cortaremos los corazones en cuatro partes y los introducirermos en la pasta de rebozar fria que hayamos previamente preparado.

Envolveremos los corazones en la pasta y freiremos cada uno de los buñuelos resultantes en aceite de oliva bien caliente. Se dejan enfriar un poco en papel de cocina y ya se pueden servir como acompañamiento de una carne roja, guiso o asado. Se que me adorais.

 

Viajando por Colombia: El Valle de Cocora.

En un país lleno de paisajes espectaculares, rodeado de brumosas montañas y escarpados picos, el Valle de Cocora se lleva la palma y nunca mejor dicho. Nos rodean por todas partes las palmas de cera del Quindío (Ceroxilon quindiuense) , llamadas así porque su tronco cilíndrico y liso esta cubierto de cera para protegerse de insectos y hongos. En buenas condiciones de crecimiento alcanza alturas de hasta de 70 metros, y es la más alta del mundo.

Es una palmera de imponente belleza, extraordinaria fortaleza y gran longevidad. Es una palma nativa de los valles altos andinos del Parque Nacional Natural Los Nevados, en los departamentos de Quindío, Risaralda y Tolima, al noroeste de Colombia.

La palma de cera fue escogida como árbol Nacional de Colombia por la comisión preparatoria del III Congreso Suramericano De Botánica, celebrado en Bogotá en 1949. Fue adoptado oficialmente como símbolo patrio por la ley 61 de 1985.

Durante la mañana hicimos una excursión por el valle hasta un refugio de montaña donde vimos gran numero de colibrís, llegamos a unos 2.800 metros de altura y la subida fue bastante dura, debido en gran parte a lo enfangado del terreno. El esfuerzo fue bien empleado porque el entorno es extraordinario, naturaleza en estado puro.

La grandeza de este valle y su palma, inspiró al poeta Luis Vidales, quien dedica a la palma un breve pero magistral poema:

 

A la palma del Quindío le conté mi sueño un día.

Era la palma, era, era la palma de cera, la palmera, la palma del sueño mío.

Cohete que sube al cielo y estalla en el estrellío.

Y cuando pasan los vientos la palma se vuelve río…

Oid el ruido del aire, el río…., la palma del niño mío.

Aquí la palpo guardada, aquí en el pecho, al lado izquierdo del alma en donde llevo al Quindío.