El accidente de Chernóbil no fue técnicamente una explosión nuclear, sino una explosión del vapor acumulado dentro del núcleo por una sucesión de negligencias y fallos de diseño. Cuando el reactor reventó quedó expuesto al aire y de su interior escapó, se calcula, el 3,5% del material radiactivo. Es decir, que todavía queda dentro casi el 95% del combustible nuclear, lo que da una idea de la magnitud del desastre que estuvo a punto de devastar media Europa. Los isótopos del yodo 131, los que se alojan en la glándula tiroides, el que provocó tantos cánceres, comenzaron a evaporarse a los ocho días del accidente. Dentro de unos cinco años se disiparán los de estroncio 90 y cesio 137, tremendamente contaminantes. Pero el plutonio 239, la principal amenaza que escapó del reactor número cuatro, ese no se irá hasta dentro de 24.000 años.
La gran pregunta es saber qué hay dentro del núcleo que explotó. Qué queda allí. Qué es tan peligroso que ha habido que enterrarlo y sellarlo porque es ingobernable. El director general adjunto de la central atómica de Chernóbil, Valery Seyda, el hombre encargado de desmantelarla, cuenta que después de la explosión, el combustible del reactor se fundió con el metal, el cromo, el cableado, el cemento, el boro, todo lo que allí había y todo lo que se echó encima para taparlo, creando un magma que sigue activo: “Es un nuevo material, es algo nuevo, desde el momento en que se fundió se convirtió en algo diferente. Mutó…”.
A esa masa incandescente, ese corium como le llaman algunos científicos, ese elemento nuevo que sigue ahí dentro del reactor, latente, le llaman la materia de los seis extremos: extremadamente potente, extremadamente caliente, extremadamente densa, extremadamente corrosiva, extremadamente tóxica y extremadamente radiactiva. Valery reconoce que aunque llevan 26 años estudiándolo, midiendo su temperatura, la humedad, la densidad, su concentración de gases, el nivel de rayos gamma y beta, no tienen ni idea de cómo evolucionará. Es como un monstruo incubándose dentro de un enorme sarcófago de cemento construido a marchas forzadas. El sellado del ataúd de hormigón se está resquebrajando, así que se está construyendo uno nuevo, mucho más grande, y que pretende enterrar el magma nuclear durante otros 100 años. “Realmente estamos postergando la decisión de qué se hace con el reactor número cuatro, aplazando la solución hasta que se desarrolle una nueva técnica, una nueva fórmula pata tratar ese magma nuclear, algún tipo de contenedor, no sé, algo”. Y lo dice el director general adjunto de la central nuclear de Chernóbil, el hombre encargado de desmantelar la instalación, el responsable de que eso que sigue ahí dentro siga ahí dentro. Asusta…
Fuente: El País