El mundo esta lleno de lugares paradisíacos, pero el mundo es grande y la mayoría de esos lugares nos pillan lejos de casa, ademas, nunca están a pie de aeropuerto lo que en muchos países hace que llegar hasta ellos sea muy difícil. Aunque, siempre hemos sabido que alcanzar el paraíso no es cosa fácil.
El Chocó es uno de esos sitios, llegamos en avioneta, a un sencillo aeropuerto que recibe un par de vuelos regulares por día. Hemos de tomar una camioneta que por una carretera muy enfangada nos llevará hasta la costa Pacifica, aquí llueve mucho, es uno de los lugares más húmedos del planeta.
Nos alojamos en un hotel de El Valle, playa Almejal Unas cabañas sencillas pero agradables con el gran plus añadido del entorno, el paraíso del que hablaba al principio.
Aquí la jungla llega hasta el mar, es una zona salvaje, virgen, prohibido adentrarse en la jungla sin un guía, no hay carreteras a lo largo de la costa, el barco es la única posibilidad para desplazase por la región.
Cuando brilla el sol, hace mucho calor para moverse con prisas, y cuando llueve, lo que ocurre casi a diario, nadie quiere salir a mojarse. La vida transcurre aquí con lentitud.
Las excursiones en barca, los baños, los paseos por playas desiertas, las sabrosas comidas de pescado fresco, los atardeceres, ver por la noche a las tortugas desovar en la playa, cervezas, lectura y charlas, así pasamos tres días en El Chocó.
El Pacifico es famoso por la observación de ballenas. Entre julio y octubre llegan cetáceos desde puntos tan lejanos como la Antártida para parir y amamantar a sus crías, se las puede avistar a lo largo de todo este litoral, y en algunos lugares se acercan tanto a tierra que es posible verlas desde la playa, nosotros las vimos desde el bar del hotel tomando unas cervezas.
Atardecer en el Chocó.
Al comenzar este relato decía que llegar al paraíso no es fácil, pero salir tampoco lo es. Al aeropuerto José Celestino Mutis lo llaman «sal si puedes» porque, debido a las intensas lluvias, los aviones a veces no pueden despegar. Y eso fue lo que nos ocurrió, una fuerte tormenta nos obligó a pasar una noche más.
Teníamos dos opciones. Una. Volver a dormir a nuestro hotel, para lo que debíamos recorrer la infernal carretera, empeorada tras la tormenta, con posibilidad de ser engullidos por el fango más la obligatoria vuelta al día siguiente.
Dos. Ir a Bahía Solano,el pueblo más cercano al aeropuerto e intentar encontrar un hotel. Esta fue la opción elegida, y ya de noche, nos alojamos en el Hotel Bahía, un hotel básico y destartalado, como podéis ver en la foto, pero que nos evitó un largo camino de ida y vuelta.
A la mañana siguiente nuestra avioneta pudo llegar y volamos sin incidentes.
La fauna del Chocó.