Google Art.

No dejeis de visitar el nuevo proyecto de Google, que nos ofrece una ventana a las mejores colecciones de arte de esos museos que a veces hemos traido por aquí.  

Ya no hay que desplazarse al Metropolitan Museum, ni al MoMA en New York. Google nos pone a nuestro alcance obras de las mejores pinacotecas y museos del mundo: el Hermitage en St. Petersburg, Tate Britain & The National Gallery en Londres, Museo Reina Sofia en Madrid, la Galería de los Uffizi en Florencia o el Museo Van Gogh en Amsterdam.

La maxima definición para unas obras intemporales. Salvaguardadas para siempre en el mundo digital. A salvo de los vaivenes del tiempo y de las miserias de los hombres.

http://goo.gl/oosNX

Viajando por Colombia: Los indios guambianos y el mercado de Silvia.

Silvia es un pueblo de montaña, situado a unos 53 km al noroeste de Popayán, es el centro del territorio guambiano. Los guambianos es uno de los grupos indígenas más tradicionales de Colombia, conservan y obedecen sus milenarias leyes que datan del período pre-incaico, la comunidad entera suma unas 23.000 personas.

Hablan su propia lengua, la educación es bilingüe; visten sus ropas tradicionales, tanto hombres como mujeres llevan sombreros, faldas y botas, y aún usan técnicas de cultivo rudimentarias. También son excelentes tejedores.

Los martes, día de mercado, se desplazan a Silvia a vender sus frutas, verduras y artesanía; es, sin dudad alguna, el mejor día para visitar el pueblo.

Los guambianos son una comunidad muy bien organizada y prospera. En la reforma de la constitución colombiana en 1991 se les concedió autonomía sobre su territorio. Ellos tienen su propia jurisprudencia y quien vive en territorio guambiano debe vivir según las normas guambianas.

El mercado empieza al amanecer y se prolonga hasta la tarde. No es un mercado turístico, predominan las frutas y verduras, la carne cruda, la ropa y los zapatos baratos.

Two Americans walk on the moon. Rome News Tribune.

Google ha incorporado miles de periodicos de los siglos XIX y XX principalmente norteamericanos y canadienses a su buscador de noticias. Puede parecer una noticía baladí pero a mi me produce una extraña emoción el poder ver la mayor hemeroteca de la historia a un par de clicks.

Hay para todos los gustos. La navegación es sencillisima y también hay periodicos en castellano. Me he copiado esta noticia de julio del 69 y otra de John Glenn que me ha motivado, viniendo del «The Tuscaloosa news«.

Viajando por Colombia: Los jeeps Willys.

Durante nuestra visita al eje cafetero en Colombia, el jeep Willys fue nuestro medio de transporte. El Willys fue creado durante la II Guerra Mundial. El ejército de los Estados Unidos pidió a los fabricantes de vehículos estadounidenses que construyeran un vehículo pequeño, con tracción a las cuatro ruedas que pudiera servir para diferentes tareas y misiones.

Con su peso ligero y su fuerza, llegaban hasta donde ningún otro podía hacerlo. El Willys contaba con un potente motor de 60 caballos y una carrocería versátil: era fácil de ensamblar y montar en momentos difíciles y sin mucha herramienta, ademas podía adaptarse a diversos usos: para instalar artillería o para transportar heridos, carga o pasajeros.

El WilIys fue una herramienta clave en la victoria de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, al permitir a los soldados recoger heridos y llevar armas y pertrechos a zonas difíciles.

Los primeros Willys llegaron a Colombia justo después de la guerra, hacia 1946, eran vehículos militares que fueron reconstruidos y vendidos a diferentes países de Latinoamerica, se popularizaron a comienzos de los cincuenta, cuando el gobierno de Rojas Pinilla importó 10.000 unidades para incentivar el desarrollo campesino en la zona andina. Allí, en el eje cafetero y las cordilleras nacionales, el Jeep Willys se adaptó como si hubiera sido hecho especialmente para estos terrenos duros y escarpados. Todavía en la actualidad se pueden ver Willys modelo 54 o 56 cargados con trastos, con familias enteras o con kilos y kilos de plátano, arroz, café o materiales de construcción.

Desde aquí un homenaje a los Willys, que después de 70 años de vida dura y guerrera, después de ser reconstruidos y remendados infinidad de veces, continúan rodando por los duros caminos colombianos.

Museo Etnológico de Berlín.

El Museo Etnológico de Berlín aun siendo el mayor de Europa y uno de los mayores del mundo en este ámbito, es un museo desconocido para los miles de visitantes de Berlín. Su situación al sur de Berlín, en Dahlem, próximo al Museo de Arte Asiático, hace que al no estar dentro del circuito de la isla de los Museos, no sea visitado por las masas de turistas, lo que nos permite una visita tranquila y relajada.

Los comienzos del Museo Etnológico se remontan al «Gabinete de arte y curiosidades» de los príncipes de Brandeburgo. Ya en el siglo XVII se empiezan a coleccionar, junto a obras de arte europeas, curiosidades provenientes de tierras lejanas.

Cuenta con un fondo museístico de 508.000 objetos etnográficos y arqueológicos de África, Asia, América, Australia y Oceanía. A esto se suman grandes colecciones de documentos fotográficos, grabaciones y películas. Las exposiciones permanentes abarcan las siguientes áreas: arqueología de Mesoamérica, Centroamérica y Sudamérica, indios de Norteamérica, culturas de Oceanía y Australia, arte y cultura de África, etnología musical y museo para jóvenes y ciegos.

Su visita es obligada para los interesados en la arqueología y el arte de civilizaciones antiguas.

Ricard Opisso y la última noche en el sitio de Stalingrado.

Recuerdo bien como conocí a Opisso. Era una de aquellas noches de los 80’s donde sabias donde empezabas pero desconocías donde acabarías. En aquella época nos movíamos por el Roba Estesa, un bar musical que nos gustaba especialmente y donde nuestra cuadrilla se juntaba los viernes y sabados, cuando el dinero alcanzaba y la oportunidad era propícia.

En aquel bar pasamos muy buenos ratos y cuando la movida canalla derivaba, había otros lugares a los que acudir, como el Drugstore del Paseo de Gracia o el bar Estudiantil de la plaza Universidad, donde podias continuar a la sombra de la noche, un horita mas, unos momentos mas.

Siempre encontrabas personajes extraños. Y se cruzaban referencias y grupos dispares. No sabiendo a veces a que parte de la ciudad te podia llevar la ultima copa. Recuerdo una vez, compartiendo la trasera de una furgoneta 2 cv con los habituales y con Jordi Beltran conduciendo hacia no se sabía que última fiesta.

Una de aquellas noches acabé en un altillo creo que de la calle Provenza o Valencia, esquina con Via Layetana en una casa con unas almenas muy caracteristicas donde un desconocido y yo nos esforzabamos por reconstruir el coctel perfecto para la última noche en el sítio de Stalingrado. Un vaso de ginebra y unas gotas de limón. 

Era lo unico de que disponíamos en aquel altillo piojoso. Recuerdo que el servicio estaba fuera del piso y que la cocina era un espectaculo dantesco de mugre y destrucción.

No me quedé mucho rato. No sabía cuales eran las aviesas intenciones del individuo. Visto con el tiempo, tal vez estuve a punto de conocer el lado oscuro una noche como aquella, pero lo que si recuerdo es que la conversación giraba sobre ilustradores y autores de comic.

Y mientras yo hablaba de Moebius y de Hugo Pratt, él me mostró un cuaderno alargado, del tamaño de los nuevos monitores lcd de 24 pulgadas lleno de ilustraciones de Ricard Opisso. Lleno del sutil arte de aquel ilustrador que compartió su tiempo con Gaudi, Picasso y con tantos otros.

No recuerdo el nombre de aquel pavo. Jamás volví a cruzarme con él. Pero sí recuerdo a Opisso y a su obra.  

La galería secreta. The Underbelly Project.

Este verano se inauguró en Nueva York una nueva y espaciosa galería de arte con unas obras en cuya preparación se han invertido 18 meses. Las pinturas de 103 artistas callejeros de todo el mundo, en su mayoría grandes murales, están pintadas directamente sobre los muros de la galería.

Es una de las exposiciones más grandes jamas organizadas en un único lugar, y muchos de los participantes son figuras de renombre tanto en el mundo del arte callejero como en el sector comercial que gira en torno a él.

La galería cuya existencia era un secreto guardado celosamente. cerró la noche de su inauguración. El Underbelly Project desafía todas las normas del mundo de las galerías. Los coleccionistas no pueden comprar las obras y el público no puede verlas. La exposición se organizó de forma ilegal en una estación de metro que llevaba mucho tiempo abandonada. Sus únicos posibles visitantes son los empleados del Metropolitan Transportation Authority o los habitantes del subsuelo de New York.

Aunque se ignora donde esta la galería, se cree que es una estación de metro construida en 1929 y abandonada durante la gran depresión, bajo  la  parada de Brodadway en la linea South Fourth Street en Williamsburg. Brooklyn.